Cronología Histórica
El 13 de febrero de 1812: Belgrano oficia al gobierno proponiendo la adopción de una escarapela nacional para los soldados de la patria.
El 23 de febrero de 1812: se pone en uso la escarapela nacional. El 27 de febrero de 1812: Belgrano enarbola en las barrancas del río Paraná (Rosario) por primera vez la Bandera Nacional, informando al gobierno: “Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, mandela hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la Escarapela Nacional. Espero que sea de la aprobación de V.E.”
El día 3 de marzo de 1812 el gobierno desaprueba la creación de la nueva bandera, jaqueado por la situación política internacional.
El día 3 de marzo de 1812 el gobierno desaprueba la creación de la nueva bandera, jaqueado por la situación política internacional.
El primer embanderamiento con los colores celeste y blanco: ocurrió en la Iglesia de San Nicolás de Bari el 23 de agosto de 1812 donde se celebró un oficio religioso para festejar el aplastamiento de la conjuración de Alzaga con asistencia de algunos triunviros, entre ellos Azcuénaga. La torre de la Iglesia de San Nicolás y un tablado a sus pies aparecieron adornados con siete banderas bicolor (celeste y blanco).
Beruti en sus “Memorias curiosas”, dejó asentado “… que el 5 de octubre (1812), cuando en esta capital se difundió la noticia de la victoria de Tucumán, a la puesta del sol se arrió la bandera rojo y gualda del Fuerte y en la misma asta se izó un gallardete celeste y blanco, que dominaba a la insignia amarilla y encarnada que quedaba debajo”.
El 20 de febrero de 1813: ondea por primera vez en una batalla la Bandera de la patria, de acuerdo a lo vaticinado por el héroe cuando se lo desautorizó por haberla enarbolado en sus baterías del Rosario: La guardaré silenciosamente para enarbolarla cuando se produzca un gran triunfo de nuestras armas”. Y ello había ocurrido en Tucumán el 24 de setiembre de 1812 con las tropas a su mando.
El 13 de febrero de 1813: después de cruzar el río Pasaje (hoy Juramento) el Ejército del Norte, que ha triunfado en Tucumán, jura obediencia a la Asamblea del Año XIII en presencia de la bandera celeste y blanca, sostenida por el Barón de Holmberg.
El 27 de abril de 1813 la célebre Asamblea de ese año resuelve por Decreto que “... deberán sustituirse a las Armas del Rey que se hayan fijadas en lugares públicos…, las Armas de la Asamblea tan sólo permanecerán de aquel modo en las Banderas y Estandartes que las tengan…”
En 1813 en ocasión de celebrarse el aniversario de la Revolución, el gobierno volvió a ser asaltado por las dudas y optó por una solución intermedia. No usar la vieja bandera hispánica porque era afrentar al pueblo, ni tampoco levantar un nuevo pendón, por cuanto podía traer complicaciones con Inglaterra. Un testigo anotó “… que ese día no se levantó bandera española en la Fortaleza, pero que se hicieron salvas”.
El 16 de octubre de 1813 el Gobernador de Montevideo Don Gaspar de Vigodet, ofició a su Ministro en España: “Nos enteramos que los rebeldes de Buenos Aires han enarbolado un pabellón con listas azul celeste a los costados y uno blanco en medio”. El 17 de abril de 1815 sucede algo trascendental en los anales patrios, Beruti, en sus Memorias asienta con verdadera emoción: “Este nuevo día amaneció… puesta en el asta de la Fortaleza, la Bandera de la Patria, celeste y blanca, primera vez que en ella se puso, pues hasta entonces no se ponía otra sino la española cuya bandera la hizo poner el Comandante de la Fortaleza, que el día antes fue nombrado para su cuidado y defensa, el Coronel Luis Beruti, con lo cual entusiasmó sobremanera el pueblo en su defensa, y desde este día ya no se pone otra sino la de la Patria”. Esa fecha –dice el doctor Fitte– es una jornada a señalar.
Conmemoramos el 20 de junio como el Día de la Bandera por cuanto coincide con la muerte de su creador. Pero en la cronología histórica hemos olvidado que la insignia nacional nació a la luz del pueblo un 17 de abril de 1815, como culminación de un largo proceso, durante el cual los patriotas de Buenos Aires sobrellevaron momentos de angustia por la demora de ver aparecer la liberación de los ideales separatistas que anidaban en su pecho. Lo que anota Beruti fue luego corroborado por el distinguido historiador A. Fernández Díaz quien, en un intercambio epistolar entre familiares residentes en Río, uno de los parientes desde Buenos Aires le confirma con alegría que, en esa precisa fecha, 17 de abril de 1815 “… hemos visto tremolar en el Fuerte y varias azoteas, la Bandera de la Independencia a las doce de este día”.
Conmemoramos el 20 de junio como el Día de la Bandera por cuanto coincide con la muerte de su creador. Pero en la cronología histórica hemos olvidado que la insignia nacional nació a la luz del pueblo un 17 de abril de 1815, como culminación de un largo proceso, durante el cual los patriotas de Buenos Aires sobrellevaron momentos de angustia por la demora de ver aparecer la liberación de los ideales separatistas que anidaban en su pecho. Lo que anota Beruti fue luego corroborado por el distinguido historiador A. Fernández Díaz quien, en un intercambio epistolar entre familiares residentes en Río, uno de los parientes desde Buenos Aires le confirma con alegría que, en esa precisa fecha, 17 de abril de 1815 “… hemos visto tremolar en el Fuerte y varias azoteas, la Bandera de la Independencia a las doce de este día”.
Por fin habría de ser el Congreso de Tucumán quien pondría fin al angustioso problema, el 20 de junio de 1816, sancionando la ley por la cual se acuerda a la bandera celeste y blanca, el carácter de distintivo nacional. El diputado Gascón fue el que mocionó en ese sentido –aprobado por unanimidad– y el día 25 de dicho mes se aprobó el texto completo, redactado por el Secretario Serrano y que fue aprobado sin modificaciones. Decía así: “Elevadas las Provincias Unidas en Sud América al rango de una Nación, después de la declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca de que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo en los ejércitos, buques y fortalezas, en clase de bandera menor, interín decretado al término de las presentes discusiones la forma de gobierno más conveniente al territorio, se fijen conforme a ello los jeroglíficos de la bandera nacional mayor”.
Un gran acuarelista inglés Emeric Essex Vidal, desde la borda de la fragata inglesa “Hyacinth”, pintó en setiembre de 1816 una acuarela de gran valor artístico, donde se ve a pleno color la insignia azul y blanca tremolando en la torre del Fuerte de la ciudad. En cuanto al pabellón nacional, se planteó el problema que, como los mismos colores celeste y blanco de éste, componían también los estandartes o guiones que acompañaban a los generales al entrar en campaña, era conveniente añadir una marca o particularidad que determinase el significado de una u otra divisa. Fue así como el 25 de febrero de 1818 el Diputado Chorroarín, a través de un dictamen que le fuera encomendado, opinó que “conservándose los colores ... en el modo y forma hasta ahora acostumbrado, se añadiese… a la bandera de guerra un sol pintado en medio de ella. Igual temperamento habría de seguir con la bandera directorial, pero en este caso el distintivo sería bordado y caer a la altura del pecho de quien fuese mandatario en ejercicio del cargo”.
Pero falta añadir otro detalle importante. Antes de un mes de la anterior Resolución el Soberano Congreso dispuso “… que la Bandera de Guerra Nacional se componga de tres tiras horizontales ; la de en medio blanca, ocupando la mitad, y la alta y baja azules iguales, esto es del quinto de anchura, con un sol en la lista de en medio; y la de los buques mercantes lo mismo sin sol, según lo que participó el Comandante General de Marina, Don Matías de Aldao, al Capitán del Puerto de Buenos Aires, el 16 de marzo de 1818.
Fuente: Tradicion gaucha.com.ar
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