domingo, 11 de septiembre de 2011

Alguna anécdota sobre Sarmiento

En 1830 Sarmiento fue soldado en las tropas unitarias al mando del Coronel Insalecio Chenaut quien se opuso a otorgarle un ascenso. Ya presidente de la República se volvió a cruzar con su ex-superior y le dijo: -Oh mi coronel Chenaut ¿Se acuerda que usted me negó un ascenso a capitán? –Pero señor presidente, usted era muy joven. –¡Confiese que cometió una injusticia! -¡Señor! –Pues me las pagará. A los pocos días Sarmiento "se vengó" pidiendole al Senado el ascenso del Coronel al grado de general.

En 1831, con sólo veinte años Sarmiento debió partir hacia Chile por no compartir las ideas de Rosas. Durante su exilio ejerció los más diversos oficios: escenógrafo, minero, mozo, periodista... También trabajó en una chacra cuyo dueño comentó una vez: -Tengo un capataz loco que se pasa horas leyendo en voz alta entre los árboles. Cuando se le pregunta qué lee, dice que está estudiando para ser presidente de la Argentina.

En 1845 Sarmiento publicó Facundo, su libro más famoso, en Chile en plena época de Rosas. Hizo entrar decenas ejemplares a través de un paquete despachado por su amigo el Dr. Amán Rawson. El paquete fue rociado con Azafétida un medicamento de olor nauseabundo y acompañado con una carta en la que decía que contenía medicamentos contra la coqueluche. Ningún empleado de correo se atrevió a abrirlo y así comenzaron a circular los primeros ejemplares de Facundo en nuestro país.

En 1846, mientras cumplía misiones diplomáticas en los EE.UU., Sarmiento conoció a la educadora Mary Mann, con quien mantuvo uno estrecha amistad. Su marido Horace Mann, tradujo el Facundo al inglés. Mary colaboró con Sarmiento convocando a maestras norteamericanas para que vengan a aplicar sus novedosos métodos a nuestro país. Las maestras se trasladaron a diferentes puntos del país, aprendieron rápidamente el idioma y contribuyeron notablemente en la formación de maestros y profesores argentinos. Entre otras llegaron: Theodora Gay de Schlosser, Mary Elizabeth Conway, Sara Boyd de Jacson Camp, Clara Allyn de Bemitz y Serena Frances Wood.

A mediados de 1846 Sarmiento, de viaje por Europa, visitó en Grand Bourg (Francia) a José de San Martín. Pasaron juntos toda un a tarde conversando sobre las campañas libertadoras y la situación del país de por aquel entonces.

En 1856 Sarmiento era Inspector general de escuelas llegó a un establecimiento y comprobó que los alumnos eran buenos en geografía, historia y matemáticas pero flojos en gramática y se lo hizo saber al maestro. Este asombrado le dijo, no creo que sean importantes los signos de puntuación. –Que no! Le daré un ejemplo. Tomó una tiza y escribió en el pizarrón: "El maestro dice, el inspector es un ignorante". -Yo nunca diría eso de usted, señor Sarmiento. –Pues yo si, dijo tomando una tiza y cambiando de lugar la coma. La frase quedó así: "El maestro, dice el inspector, es un ignorante."

En 1862, siendo gobernador de San Juan ordenó la construcción de una escuela en terrenos de la iglesia. Un sacerdote lo acusó en su sermón de tener cola por ser hijo del diablo. Pocos días después Sarmiento se lo cruzó por la calle y le dijo llevándose las manos a las nalgas: -"Toque padre. Compruebe que tengo rabo, así podrá predicar su sermón con fundamento."

En 1869 el presidente sarmiento ordenó concretar el primer censo nacional. Los argentinos eran por entonces 1.836.490, de los cuales el 31% habitaba en la provincia de Buenos Aires y el 71% era analfabeto. Según el censo, el 5% eran indígenas y el 8% europeos. El 75% de las familias vivía en la pobreza, en ranchos de barro y paja. Los profesionales sólo representaban el 1% de la población. La población era escasa , estaba mal educada y como la riqueza estaba mal distribuida. Sarmiento fomentó la llegada al país de inmigrantes ingleses y de la Europa del Norte y desalentó la de los de la Europa del Sur.

Desde el gobierno Sarmiento intentó concretar proyectos renovadores como la fundación de colonias de pequeños agricultores en Chivilcoy y Mercedes. La experiencia funcionó bien, pero cuando intentó extenderla se encontró con la cerrada oposición de los terratenientes porteños.

"Quieren que el gobierno, quieren que nosotros que no tenemos una vaca, contribuyamos a duplicarles o triplicarles su fortuna a los Anchorena, a los Unzué, a los Pereyra, a los Luros, a los Drugan, a los Cano, a los Leloir, a los Pelero y a todos los millonarios que posan mirando como paren las vacas."

El 22 de agosto de 1873, siendo presidente, Sarmiento sufrió un atentado mientras se dirigía hacía la casa de Vélez Sarsfield. Cuando pasaba por las actual esquina de Corrientes y Maipú, una explosión sacudió su coche. Don Domingo no escuchó nada porque ya padecía una profunda sordera. Los autores fueron dos anarquistas italianos, los hermanos Francisco y Pedro Guerri que confesaron que fueron contratados por hombres de López Jordán. El atentado falló porque a Francisco Guerri se le reventó el trabuco (especie de pistola) en la mano. Sarmiento salió ileso del atentado y se enteró porque se lo contaron después.

Cuenta el historiador Manuel Gálvez que el presidente Sarmiento, acompañado por su comitiva visitó Federación (Entre Ríos). Federación era algo así como la capital de los dominios del coronel Gurumbá, un indio puro. El coronel, al frente de sus soldados a caballo, sale a recibir al presidente. Guarumba se apea y presenta sus respetos al Primer Magistrado. Sarmiento le había enviado a Gurumba algunos de sus libros. Al verlo, le preguntó a Guarumba si los recibió y si los había leído, y, bromeando, el cacique le contestó que los recibió y que como eran de distintos tamaños, los hizo cortar para que cupiesen en su alacena. A lo que Sarmiento le contestó: "Civilización, hasta aquí, y barbarie de tu lado."

A Sarmiento le gustaba tratar a sus adversarios con ironía. En ocasión de discutirse en el Senado la aprobación del presupuesto para la construcción de un ferrocarril, los senadores consideraron excesiva la suma de 800.000 pesos fuertes y demasiado generosa la garantía del 7% de ganancia. No he de morirme sin ver empleados en ferrocarriles en este país ¡No digo 800.000 sino 800 millones de pesos!"

Como los senadores se empezaron a reír, Sarmiento pidió que las risas constaran en las actas "Porque necesito que las generaciones venideras sepan que para ayudar al progreso de mi país, he debido adquirir inquebrantable confianza en su provenir. Necesito que consten esas risas, para que se sepa con qué clase de necios he tenido que lidiar.".

A poco de finalizar la presidencia de sarmiento comenzaron a instalarse los primeros frigoríficos. Así ironizaba una revista de la época la novedad: "Yo me quedo asombrado cuando pienso en todas las ventajas que se pueden sacar del invento del frigorífico. Las mujeres podrán construir cada una en su casa un retrete frigorífico, sea sencillo o sea adornado como un elegante tocador, y si tienen la constancia de no salir de él, sino para ir a las tiendas, recibir visitar y comer, conservarán una juventud eterna, y a los 80 parecerán mozas de 25 años. El sistema frigorífico aplicado a la política, producirá también efectos benéficos; las revoluciones serán más raras, si encierran a los autores de revoluciones en calabozos frigoríficos, porque la baja temperatura de su prisión calmará sin duda su ardor revolucionario."

"El Mosquito, periódico semanal independiente satírico, burlesco y de caricatura", director Enrique Stein, año XIV, Nro. 730, domingo 13 de diciembre de 1876

Sarmiento desarrolló durante prácticamente toda su vida la carrera militar. Desde su incorporación en 1827 al ejército del General Paz con el grado de teniente, participó en numerosos combates de nuestras guerras civiles. En 1851 se incorporó al ejército de Urquiza, ya como Teniente Coronel. Durante la campaña contra el Chacho, en 1863 es ascendido a Coronel. Siempre le gustaron los uniformes y así se lo decía en una carta a Mitre: "Usted sabe que doy valor a estas bagatelas y necesito terner mi cuartel general, donde están mis compañeros y amigos; y en cuanto a grados y servicios, creo que valgo lo mismo que los más ineptos que ostentan iguales."

Como presidente, Sarmiento solía visitar sorpresivamente los hospitales para ver cómo funcionaban y cómo atendían a la gente. Un día, visitando el hospital psiquiátrico notó que un grupo de internados charlaban en el patio. Se acercó a ellos y le dijo: "¡Bienvenido! Yo sabía que el loco Sarmiento iba a terminar entre nosotros!"

En un debate parlamentario un diputado estanciero acusó a Sarmiento de ser pobre y que si se lo ponía patas para arriba no se le caería un sólo peso. Don Domingo le respondió: "Puede ser, pero a usted lo pongan como lo pongan nunca se le caerá una idea inteligente." "Yo estoy hace tiempo reñido con las oligarquías, las aristocracias, la gente "decente" a cuyo numero y corporación tengo el honor de pertenecer, salvo que no tengo estancias."

Desde las páginas de "El Censor" se opuso a las concesiones excesivas a los ferrocarriles ingleses: "En los Estados Unidos son frecuentes las concesiones de terrenos a lo largo de los ferrocarriles; pero se hacen en lotes alternados, promediando entre los concedidos uno de igual extensión que retiene el propietario original. De este modo se consigue que no se entregue para siempre el dominio del territorio atravesado por la línea a los que la explotan con todas sus ventajas y hacer valer el propio terreno tanto en lo futuro como valga el vecino concedido. Conceder también centenares de leguas porque hoy valen poco, pero que valdrán millones, es prodigar irreflexiblemente la fortuna."

Sarmiento, D.F. "Obras" Capítulo XXIX, páginas 61-62,Bs. As., Luz del Día, 1948
D.F. Sarmiento, El Censor, 9 de enero de 1886

En el invierno de 1888 se trasladó al clima cálido del Paraguay, desde allí le escribió a su amada Aurelia Vélez, la hija de Dalmacio Vélez Sarsfiled, autor del Código Civil: "Venga al Paraguay y juntemos nuestros desencantos para ver sonriendo pasar la vida. Venga, que no sabe la bella durmiente lo que se pierde de su príncipe encantado". Murió el 11 de septiembre de ese año, en Paraguay, como su hijo Dominguito. Pidió que sus restos fueran envueltos con las banderas de Argentina, Chile , Paraguay y Uruguay.

Siendo Sarmiento presidente, mantuvo un conflicto con la Sociedad de Beneficencia sobre cómo debía educarse a las mujeres de ese hospicio. La Sociedad se había encargado de educar a las huérfanas y Sarmiento estaba convencido de que debía incorporárselas a la enseñanza común. De esa manera, sostenía, podrían "crear madres directoras de la educación de sus hijos…" Pero las damas no querían saber nada y sostenían que "nadie mejor que nosotras para educar a esas pobres huérfanas". Sarmiento insistía:

"El mal está en que las eduquen ustedes, que no sabrán hacer de ellas sino señoritas con muchas artes de ornato, y para ganarse la vida, nada".

"Les inculcaremos moral y religión", replicaron las damas.

"Ahí está el error. La moral nace del trabajo; no se produce con rezos, sino con la educación y la aptitud para el trabajo. Van ustedes a crear sabandijas devotas…" No había caso.

Las damas argumentaron: "Vamos a hacer de ellas excelentes compañeras para la familia".

"Hagan maestras de escuela", propuso Sarmiento. Y prosiguió: "el medio de educar a los pueblos bien y barato, es hacerlo a través de la mujer…".

Hasta que una de las damas, fastidiada, exclamó: "¡Cosas de Sarmiento!". Y allí terminó la entrevista.

Fuente: varelaenred.com