lunes, 28 de febrero de 2011

Carmen de Patagones, otra batalla olvidada

Los antecedentes de esta batalla se pueden remontar a septiembre de 1816, cuando el Marquéz de Laguna, Carlos F. Lecor, invade la Banda Oriental con casi 10.500 hombres, continuando con la política expansionista de los portugueses sobre los dominios españoles iniciada en el siglo XVI.
La reacción del gobierno de las Provincias Unidas fue solamente la de realizar protestas diplomáticas, encontrándose encarando de lleno la guerra por la independencia. En septiembre de 1922 se inicia el proceso de independencia del Brasil, consagrando a Pedro I emperador del Brasil en octubre de ese mismo año. Más de un año antes un congreso títere convocado por Lecor en la Banda Oriental proclamó como provincia Cisplatina del Brasil a dicho territorio.
En abril de 1825, partiendo dese San Isidro, Lavalleja y Oribe inician la gesta de los 33 Orientales, con el fin de sublevar a la población. El 25 de agosto de 1825, convocan un congreso reunido por Lavalleja en la Florida, declara la independencia de Brasil y la reincorporación a las Provincia Unidas. Luego de esto los orientales vencen a las tropas imperiales en Rincón de las Gallinas el 24 de septiembre y en Sarandí el 12 de Octubre de 1825. Juan G. de Las Heras, gobernador de Buenos Aires y encargado de Relaciones Exteriores de las Prov. Unidas, dispuso el aumento de las tropas y nombró a Carlos María de Alvear Comandante en jefe del Ejército, comprendiendo que los hechos que se iban sucediendo desembocarían en una guerra con el Imperio del Brasil. Esto se concreto el 10 de diciembre de 1825, cuando Brasil declaró la guerra a las Provincias Unidas del Río de la Plata, quienes respondieron el 1 de enero de 1826. Desde el 21 de diciembre la flota imperial bloqueó todos los accesos a los puertos del Río de la Plata. A partir de aquí comienza la guerra contra Brasil, el 13 de enero de 1826, se nombra a Guillermo Brown comandante de la Marina Republicana, a lo largo de este año se libran una serie de batallas pero ninguna decisiva. 1827 comenzó con la Batalla de Juncal, el 8 de febrero, donde G. Brown destruyó la escuadra al mando de Jacinto Roque de Senna Pereyra.
En la Batalla de Bacacay, Juan Lavalle, derrota a Bentos Manuel, luego de retirarse, las tropas imperiales se rehacen y contraatacan, el general Lucio Mansilla es enviado por Alvear en auxilio de Lavalle, en Arroyo Ombú, Mansilla con sólo 350 hombres derrota a los más de 1.100 de Bento Manuel Riveiro. Esto privó a las tropas del Imperio de fuerzas que necesitaría en la batalla que se avecinaba. El 20 de febrero de 1828 se libra la Batalla de Ituzaingó, donde el ejército Nacional al mando de C. M. de Alvear derrota a las fuerzas del Marquéz de Barbacena infringiéndole 1.150 bajas, entre muertos, heridos y prisioneros.
Estos hechos inclinaron la balanza hacia el lado republicano, por esto las autoridades del Brasil buscan la forma de revertir la situación. La disparidad de fuerzas, abrumadoras a favor del Imperio no habían logrado cosechar triunfos, la derrota en Juncal dañó el prestigio del Almirante Rodrigo Pinto Guedes, era por esto necesario restablecer la confianza en el poderío naval del Brasil. Comenzó entonces a planearse la invasión a Carmen de Patagones.
Este poblado era utilizado por los corsarios como base de aprovisionamiento y reparación, lejos del puerto de Buenos Aires y del bloqueo de las naves brasileras, lo que les permitía actuar con total impunidad contra el comercio del imperio, causando prejuicios económicos enormes. La segunda parte del plan de invasión preveía, luego de la ocupación, llevar adelante tratados con los indígenas, para abrir un nuevo frente de guerra para las Provincias Unidas.
Hacia finales de 1825, el gobierno le encarga al Coronel de Campaña Juan Manuel de Rosas, la realización de un tratado con las tribus locales, buscando la paz y que se sumaran a la defensa del territorio nacional.
Esto estaba plagado de complicaciones ya que las campañas llevadas a cabo por Martín Rodriguez en años anteriores habían dejado muy irritados a los jefes indigenas. Ante la desconfianza de los naturales Rosas preparó una reunión en Tandil a la concurre sólo. En “Vida de Juan Manuel de Rosas” Manuel Gálvez relata: Rosas en un inaudito acto de valor, se presenta sólo. Pero él conoce a los indios, sabe que apareciendo sin comitiva demuestra confianza en ellos y propósitos de paz. Rosas asiste a la llegada espectacular de algunos caciques al son de cornetas y bocinas, paso a paso y con numerosas comitivas. Cuando están a doscientos metros del lugar donde se celebraría el parlamento, gritan salvajemente, corren de un lado a otro en desorden y simulan un combate alrededor de su cacique. Luego forman en batalla. Bello espectáculo que millares de bárbaros, todos a caballo, ordenados como ejército, en la vasta extensión pampeana. Tras escuchar los reclamos de los indios, Rosas prometió un tratado con el gobierno de Buenos Aires. Viajó de inmediato y expuso ante el gobierno los reclamos, este formó una comisión al mando del propio Rosas, del Coronel de Coraceros Juan Galo Lavalle y del ingeniero Felipe Senillosa, para la demarcación de la frontera. En la estancia “Los Cerrillos” propiedad de Rosas se firmó el Tratado, asegurando la frontera con los naturales, el 31 de octubre de 1825.
Esto no hizo desistir a los brasileros de tratar de lograr una alianza con los indígenas, pues no todos los caciques aceptaron. Esto sumado a los informes de inteligencia que comunicaban que Carmen de Patagones contaba con escasas fuerzas y no pasaba de ser un asentamiento, confió a las autoridades del Brasil, en que la victoria era posible y sencilla. Se alistó una división compuesta por las corbetas Duquesa de Goyaz e Itaparica, el bergantín goleta Escudero y la goleta Constancia al mando del capitán de fragata James Shepherd. Estas naves sumaban 55 piezas de artillería y embarcaron cerca de 400 infantes de línea junto a los 254 marineros, en total 654 hombres; partieron desde Maldonado en la Banda Oriental y llegaron a Carmen de Patagones el 25 de febrero de 1827.
El poblado de Carmen de Patagones contaba en ese tiempo con alrededor de 500 habitantes, casa de adobe, con un fuerte construido sobre una lomada que baja al río, piso de arena y solo tres lados ya que el cuarto debía ser ocupado por el cabildo que no llegó a construirse, construidas de adobe y tosca, de tres varas y media de alto y una vara y media de ancho. Las fuerzas militares a cargo del coronel Martín Lacarra, quien había pedido constantemente refuerzos a Buenos Aires, contaba apenas con 144 infantes y un escuadrón de 80 vecinos y 20 gauchos para caballería, organizados por el coronel Felipe Pereyra. Los pedidos de Lacarra se vieron corroborados cuando la nave imperial Rio da Prata persiguió hasta el poblado al corsario Lavalleja, tras capturarlo e intentar salir del río, fue tomado por hombres de la guarnición, el botín que traía el Lavalleja entre los que se encontraban negros que iban a ser destinados a esclavos, fueron liberados y participarían luego en la defensa de la ciudad. A estas fuerzas se sumaban los tripulantes de la fragata Chacabuco, en reparación en el puerto, al mando de Santiago Jorge Bynon. Lacarra dispuso dado el estado del buque que se desembarcaran los cañones y se instalaran en el fuerte. Se encontraban en el puerto también al momento de la llegada de las naves imperiales, el bergantín Oriental Argentino del capitán Pedro Dautant y las balleneras Hijos de Julio e Hijos de Mayo, las goletas Emperatriz y Chiquilla presas de los corsarios y la zumaca Bella Flor. En total alrededor de 200 hombres más. En Punta Redonda se había establecido una batería con cuatro cañones y cuarenta proyectiles servida por los esclavos liberados y dirigida por el coronel Felipe Pereyra.

El 28 de febrero las fuerzas imperiales comenzaron las operaciones ofensivas. La Itaparica y el Escudero avanzaron intercambiando disparos con la batería de Punta Redonda. Los siguió la corbeta Duquesa de Goyaz, al desconocer los capitanes brasileros la barra del río, la corbeta quedó varada y fue destruida por el viento y el oleaje, la Constanza estuvo a punto de varar también pero pudo zafarse. El hundimiento de la Duquesa le costó entre 35 y 40 muertos, siendo el resto rescatados por los otros buques. La batería de Punta Redonda batió a la flotilla hasta agotar la munición y se retiraron. Los imperiales desembarcaron, desmontaron los cañones y volvieron a embarcar. El 29 volvieron a desembarcar, pero desconociendo la zona se perdieron y una partida de caballería aprovechó esto para quemar sus botes y víveres en la playa quedando aislados. Shepherd avanzaba lentamente debido al desconocimiento del río y a la suerte corrida por la Duquesa de Goyaz. Lacarra aprovechó esto para convocar un consejo de guerra en el que se decidió pasar a la ofensiva. Decidieron acantonar una parte de los infantes en el fuerte y el resto embarcarlo en las naves corsarias para atacar a la división invasora. Mientras tanto partidas de caballería patrullarían la costa en previsión de nuevos desembarcos y aprovechando su movilidad y conocimiento del terreno hostigar a los imperiales.. El 6 de marzo Bynon acompañado por el práctico White realizó un reconocimiento de los buques enemigos y consideró posible una acción contra ellos. Mientras tanto Shepherd considerando el lento avance por el río y las varaduras que se sucedían una tras otra, decidió desembarcar con unos 323 hombres a cuatro leguas y media del poblado.

Envió una proclama a la población que decía: “Nos han conducido a este punto las ideas más puras, pero son Uds. Quienes han iniciado las hostilidades. Hemos probado nuestra generosidad respetando vuestras propiedades, en las dos márgenes del río, que poseíamos con mucha superioridad, pero vuestra resistencia va a encaminarlos a la ruina. Permaneced tranquilos en vuestros hogares, vuestras personas y propiedades serán respetadas, caso de acceder a mi justa solicitud, pero en caso contrario incendiaré vuestras habitaciones. Capitán James Shepherd.” Creo que se puede deducir el origen de este “noble señor”.
Una de las partidas de caballería detecta el desembarco e informa a Lacarra. Shepherd, con sus hombres toman a algunos baqueanos para que los guíen, estos guían a los imperiales a través de los médanos y dando grandes rodeos. Luego de hacerlos marchar varias horas, en plena oscuridad, Shepherd y sus tropas llegan el 7 de marzo a la madrugada al Cerro de la Caballada, ahí se percata que la posición está mejor defendida de lo que le habían informado. Desde el fuerte abren fuego de fusilería y cañones sobre las tropas. Shepherd cae muerto con uno de los primeros disparos. Mientras tanto el subteniente Sebastián Olivera con la caballería gaucha ataca los flancos. Sin su jefe los infantes se retiran hacia la costa pero son sorprendidos en unos pastizales secos por la caballería que incendia dicho lugar. Para completar el cuadro, las naves hacia las que huían estaban tomadas por los corsarios. Luego de esto y sin posibilidad de lucha, se rinden 11 oficiales y 312 soldados. Mientras esto sucedía en tierra, Bynon a bordo de la zumaca Bella Flor y Dautant en el Oriental Argentino, Harris en la Goleta corsaria Emperatriz y Soullin en la Chiquilla, atacan los buques brasileros. Bynon toma al Escudero y muere en esta acción su capitán el francés Clemente Pouthier. Harris cobligó a rendirse a la Constancia y la Itaparica trató de escapar pero fue atacada y capturada por los corsarios. En esta batalla Juan Bautista Thorne, futuro héroe de la Vuelta de Obligado sería el primero en saltar a la cubierta de la Itaparica y arriar su pabellón.
El recuento final de la batalla dejó un saldo de: 7 banderas, 28 cañones, 1 capitán teniente, 4 tenientes primeros, 10 ttes. segundos, 1 alférez, 2 guardiamarinas, 4 primeros pilotos, 3 comisarios, 3 médicos, 3 escribanos, 532 marineros e infantes, además de 3 buques, el Escudero, el Constancia y el Itaparica. 346 fusiles con bayoneta, 280 sables de abordar, 38 pistolas y numerosos pertrechos capturados. Los muertos ascendieron a 56 del bando imperial y 6 heridos.
Los defensores tuvieron 4 muertos y 13 heridos además de perder 4 cañones de la Batería de Punta Redonda. Los buques capturados fueron renombrados y pasaron a integrar la escuadra republicana. El Itaparica se denominó Ituzaingó, el Escudero en Patagones y la Constancia llevó el nombre de Juncal.
Las noticias llegaron a Buenos Aires, pero no tuvieron la repercusión que merecían al estar inmersos en la guerra civil desata por los desaciertos de Rivadavia. La derrota en Patagones trajo consigo un aumento en las acciones de los corsarios sobre el comercio imperial. El 20 de octubre de 1827, tres nuevos buques imperiales se presentaron ante Carmen de Patagones, la integraban la corbeta Masayo de 21 cañones y los bergantines Independenza y Caboclo de 14 y 12 cañones, al mando del capitán Eyre, segundo de Shepherd. La Masayo y el Independenza quedaron varados siendo hundidos por los fuertes vientos y los cañones de los defensores, muriendo 50 de sus tripulantes y quedando prisioneros 80 entre jefes, marinos e infantes. El Caboclo logró escapar. En la catedral de Carmen de Patagones aún se conservan dos de las banderas tomadas en el primer ataque.

Fuentes: Historia de la Guerra del Brasil, Amadeo Baldrich, Eudeba, 1975
Carmen de Patagones, la invencible, Revista Todo es Historia Nº 12 Scenna Miguel Angel.



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