martes, 27 de julio de 2010

La muerte de Evita Perón

1952 fue un año marcado por la enfermedad y muerte de Eva Perón.
En el aspecto social, las cosas también se oscurecen para los argentinos, las restricciones al consumo, entre otros ajustes, obligan a comer pan negro. La máquina política y propagandística del régimen peronista empieza a ser resistida por algunos sectores.

El gobierno toma medidas para paliar una crisis económica que cada vez aparece más preocupante. El presidente exhorta a consumir menos, se raciona la nafta, estableciendo un cupo de 30 litros semanales por automóvil.

Se restringe el consumo de aluminio en las industrias, un día por semana se prohíbe vender carne, se congelan los precios de algunos artículos y se modifica el horario de los comercios para hacer frente a la escasez de energía. Se establece que los sábados no se dictarán clases en los colegios.

En este marco de dificultades, los rumores sobre la salud de Evita crecen los primeros meses de 1952. Ante la gravedad de la salud de la esposa del presidente aumentan los homenajes: La Plata se llamará Ciudad Eva Perón, los territorios de La Pampa y Chaco adquieren el nombre de Provincia Eva Perón y Provincia Presidente Perón, respectivamente.

Además, Evita recibe el Gran Collar de la Orden del Libertador San Martín y se dispone erigir un monumento en su honor.

Eva Perón acompaña a su marido en el acto del 1º de mayo y habla a público desde la Casa de Gobierno. También está a su lado el 4 de junio cuando Perón jura como presidente por segunda vez. Se la nota enferma, pero entera.

El 26 de julio muere, su velatorio y traslado a la CGT se convierten en enormes actos populares, mientras el pueblo la llora desconsoladamente y el Estado le rinde luto.

Tras años de traslados y usurpaciones, sus restos yacen en el Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires, en la bóveda de la familia Duarte, visitada por cientos de turistas todos los días.

Fuentes:
Our Times: The Illustrated History of the 20th Century, Turner Publishing, Atlanta, 1995.
Roncayolo, M.: Nuestros Contemporáneos, Le Monde et son Histoire, tomo XI, Editions Bordas, Paris, 1972. Elhistoriador.com

domingo, 18 de julio de 2010

La aventura de Hernando Vargas

Una historia de piratas que dio mucho que hablar por este tiempo en Buenos Aires fue la que le ocurrió a Hernando de Vargas, nombrado contador del Río de la Plata. Este caballero, un poco exaltado y fanfarrón, partió de España el 16 de abril de 1594 en compañía de su mujer. su tía doña Elvira y varias primas; pero al divisar el puerto de Bahía, en el Brasil, su nave fue apresada por un navío francés al cabo de una lucha en la cual no hubo ningún muerto.

Sin embargo, Hernando de Vargas la describe como algo épico y pocas veces visto. El corsario francés. procedente del puerto de la Rochela, fue muy galante con las señoras. respetó sus fealdades, y sólo les robó todo lo que traían. A Hernando de Vargas le dijo, irónicamente, que era un «grande hombre»: cumplido que el español agradeció emocionado, a tal punto que cuando evocó su aventura escribió que el corsario «aunque ladrón y luterano tenía gracia y buen donaire».

Por último el corsario rochelés se despidió de los españoles y los dejó con aquellas «señoras» en el puerto de Bahía el 20 de junio de 1594. Los portugueses llenaron de atenciones a Hernando de Vargas y al cabo de un tiempo pudo trasladarse a Buenos Aires.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar