sábado, 27 de junio de 2009

El cacique Pincén...indio bravo

Vicente Catrinao Pincén fue un valiente cacique, probablemente un tehuelche mestizado (o un “indio argentino” como el gustaba definirse) que jamás firmó un tratado con Buenos Aires ni con los gobiernos provinciales, a quienes combatió aguerridamente hasta caer prisionero en el año 1878.

Contaba algunos años atrás don Pepe Cayún, descendiente del irreductible cacique:
"El cacique Pincén era peleador de tigres, intrépido cazador de tigres cebados, los que todos temían, porque gustaban carne humana... Una vez, cansado y extraviado, de regreso de una acción, en medio de las voces de la noche, oyó un rugido cercano y extraño. Pensó de inmediato que fuese un tigre cebado que merodeaba por allí. Exactamente. No se equivocó. Echó, pues, pie a tierra, se quitó las espuelas, se preparó al ataque dando alaridos y voces para provocar al 'uezá nahuel' (el tigre malo). Apenas distinguía el bulto; se trabó en lucha... pero Pincén, diestrísimo en esa clase de encuentros, y que eliminaba en el primer o segundo lanzazo a su enemigo, esa noche no tuvo la suerte de matarlo. Lo hirió.

El tigre, aunque embravecido, retrocedió y se dio a la fuga. Pero Pincén, insistiendo en la lucha, lo corre en la penumbra, lo corre hasta que lo abandona y lo deja... Cuando emprendió su camino pa' su toldería, confiándose al trote de su zaino, de vez en cuando veía como una especie de visión: el tigre que lo seguía, volviendo desafiante. Y siempre que empuñaba la lanza, se le esfumaba, desaparecía... (Aquí se emocionó don Pepe Cayún). Esa pesadilla lo acompañó al cacique hasta la madrugada, hasta que llego a su toldería..." ¿Qué habrá significado ese tigre fantasmal, ese enemigo cuya sombra volvía a buscarlo una y otra vez?

Tomado del Diario “La Arena“ Suplemento 1 + 1 “Indígenas“ del 31/10/01.

viernes, 19 de junio de 2009

La Bandera Nacional Argentina




Cronología Histórica
El 13 de febrero de 1812: Belgrano oficia al gobierno proponiendo la adopción de una escarapela nacional para los soldados de la patria.
El 23 de febrero de 1812: se pone en uso la escarapela nacional. El 27 de febrero de 1812: Belgrano enarbola en las barrancas del río Paraná (Rosario) por primera vez la Bandera Nacional, informando al gobierno: “Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, mandela hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la Escarapela Nacional. Espero que sea de la aprobación de V.E.”

El día 3 de marzo de 1812 el gobierno desaprueba la creación de la nueva bandera, jaqueado por la situación política internacional.

El primer embanderamiento con los colores celeste y blanco: ocurrió en la Iglesia de San Nicolás de Bari el 23 de agosto de 1812 donde se celebró un oficio religioso para festejar el aplastamiento de la conjuración de Alzaga con asistencia de algunos triunviros, entre ellos Azcuénaga. La torre de la Iglesia de San Nicolás y un tablado a sus pies aparecieron adornados con siete banderas bicolor (celeste y blanco).

Beruti en sus “Memorias curiosas”, dejó asentado “… que el 5 de octubre (1812), cuando en esta capital se difundió la noticia de la victoria de Tucumán, a la puesta del sol se arrió la bandera rojo y gualda del Fuerte y en la misma asta se izó un gallardete celeste y blanco, que dominaba a la insignia amarilla y encarnada que quedaba debajo”.
El 20 de febrero de 1813: ondea por primera vez en una batalla la Bandera de la patria, de acuerdo a lo vaticinado por el héroe cuando se lo desautorizó por haberla enarbolado en sus baterías del Rosario: La guardaré silenciosamente para enarbolarla cuando se produzca un gran triunfo de nuestras armas”. Y ello había ocurrido en Tucumán el 24 de setiembre de 1812 con las tropas a su mando.
El 13 de febrero de 1813: después de cruzar el río Pasaje (hoy Juramento) el Ejército del Norte, que ha triunfado en Tucumán, jura obediencia a la Asamblea del Año XIII en presencia de la bandera celeste y blanca, sostenida por el Barón de Holmberg.
El 27 de abril de 1813 la célebre Asamblea de ese año resuelve por Decreto que “... deberán sustituirse a las Armas del Rey que se hayan fijadas en lugares públicos…, las Armas de la Asamblea tan sólo permanecerán de aquel modo en las Banderas y Estandartes que las tengan…”

En 1813 en ocasión de celebrarse el aniversario de la Revolución, el gobierno volvió a ser asaltado por las dudas y optó por una solución intermedia. No usar la vieja bandera hispánica porque era afrentar al pueblo, ni tampoco levantar un nuevo pendón, por cuanto podía traer complicaciones con Inglaterra. Un testigo anotó “… que ese día no se levantó bandera española en la Fortaleza, pero que se hicieron salvas”.
El 16 de octubre de 1813 el Gobernador de Montevideo Don Gaspar de Vigodet, ofició a su Ministro en España: “Nos enteramos que los rebeldes de Buenos Aires han enarbolado un pabellón con listas azul celeste a los costados y uno blanco en medio”. El 17 de abril de 1815 sucede algo trascendental en los anales patrios, Beruti, en sus Memorias asienta con verdadera emoción: “Este nuevo día amaneció… puesta en el asta de la Fortaleza, la Bandera de la Patria, celeste y blanca, primera vez que en ella se puso, pues hasta entonces no se ponía otra sino la española cuya bandera la hizo poner el Comandante de la Fortaleza, que el día antes fue nombrado para su cuidado y defensa, el Coronel Luis Beruti, con lo cual entusiasmó sobremanera el pueblo en su defensa, y desde este día ya no se pone otra sino la de la Patria”. Esa fecha –dice el doctor Fitte– es una jornada a señalar.

Conmemoramos el 20 de junio como el Día de la Bandera por cuanto coincide con la muerte de su creador. Pero en la cronología histórica hemos olvidado que la insignia nacional nació a la luz del pueblo un 17 de abril de 1815, como culminación de un largo proceso, durante el cual los patriotas de Buenos Aires sobrellevaron momentos de angustia por la demora de ver aparecer la liberación de los ideales separatistas que anidaban en su pecho. Lo que anota Beruti fue luego corroborado por el distinguido historiador A. Fernández Díaz quien, en un intercambio epistolar entre familiares residentes en Río, uno de los parientes desde Buenos Aires le confirma con alegría que, en esa precisa fecha, 17 de abril de 1815 “… hemos visto tremolar en el Fuerte y varias azoteas, la Bandera de la Independencia a las doce de este día”.

Por fin habría de ser el Congreso de Tucumán quien pondría fin al angustioso problema, el 20 de junio de 1816, sancionando la ley por la cual se acuerda a la bandera celeste y blanca, el carácter de distintivo nacional. El diputado Gascón fue el que mocionó en ese sentido –aprobado por unanimidad– y el día 25 de dicho mes se aprobó el texto completo, redactado por el Secretario Serrano y que fue aprobado sin modificaciones. Decía así: “Elevadas las Provincias Unidas en Sud América al rango de una Nación, después de la declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca de que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo en los ejércitos, buques y fortalezas, en clase de bandera menor, interín decretado al término de las presentes discusiones la forma de gobierno más conveniente al territorio, se fijen conforme a ello los jeroglíficos de la bandera nacional mayor”.
Un gran acuarelista inglés Emeric Essex Vidal, desde la borda de la fragata inglesa “Hyacinth”, pintó en setiembre de 1816 una acuarela de gran valor artístico, donde se ve a pleno color la insignia azul y blanca tremolando en la torre del Fuerte de la ciudad. En cuanto al pabellón nacional, se planteó el problema que, como los mismos colores celeste y blanco de éste, componían también los estandartes o guiones que acompañaban a los generales al entrar en campaña, era conveniente añadir una marca o particularidad que determinase el significado de una u otra divisa. Fue así como el 25 de febrero de 1818 el Diputado Chorroarín, a través de un dictamen que le fuera encomendado, opinó que “conservándose los colores ... en el modo y forma hasta ahora acostumbrado, se añadiese… a la bandera de guerra un sol pintado en medio de ella. Igual temperamento habría de seguir con la bandera directorial, pero en este caso el distintivo sería bordado y caer a la altura del pecho de quien fuese mandatario en ejercicio del cargo”.

Pero falta añadir otro detalle importante. Antes de un mes de la anterior Resolución el Soberano Congreso dispuso “… que la Bandera de Guerra Nacional se componga de tres tiras horizontales ; la de en medio blanca, ocupando la mitad, y la alta y baja azules iguales, esto es del quinto de anchura, con un sol en la lista de en medio; y la de los buques mercantes lo mismo sin sol, según lo que participó el Comandante General de Marina, Don Matías de Aldao, al Capitán del Puerto de Buenos Aires, el 16 de marzo de 1818.

Fuente: Tradicion gaucha.com.ar

sábado, 13 de junio de 2009

La Gran Marcha


El general Manuel Belgrano fue el inspirador, organizador y protagonista junto a todo un pueblo de una de las más notables epopeyas de la historia.

Se venían los realistas al mando del general español Pío Tristán. No había cómo pararlos. El Ejército patriota no teníarecursos ni hombres suficientes, pero sí contaba con la genialidad de Belgrano.


Sabiendo que, tras cruzar la Puna, la única opciónde abastecimiento eran los valles jujeños, decidió dejarle la tierra arrasada al enemigo. El 29 dejulio de 1812, Belgrano emitió un bando desde Salta disponiendo laretirada general. La orden eracontundente: ni casas, nialimentos, ni animales de transporte, ni objetos de hierro, ni efectos mercantiles, nada debía caer en manos del enemigo.


Desconfiaba profundamente de los terratenientes locales, a los quel lamaba “los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud”.



Tenía datos precisos de que ya estaban en contacto con la avanzada española para hacer negocios con las probables nuevas autoridades, de las que habían recibido la garantía de respetar sus propiedades. Belgrano no les dejó alternativa: o quemaban todo y se plegaban al éxodo o los fusilaba. El resto de la población colaboró con fervor, perdiendo lo poco que tenían, que para ellos era todo. Aquel impresionante éxodo comenzó a mediados de agosto de 1812 y en cinco días la marea humana llegaba a Tucumán.


Por única vez Belgrano desobedeció a las autoridades, que querían mandarlo a Montevideo, y el 24 de setiembre obtuvo el grantriunfo de Tucumán.

Fuente: Felipe Pigna

miércoles, 3 de junio de 2009

JUAN LAVALLE

Desde los 14 años hasta su muerte, a los 44, su vida fue una permanente milicia.
Juan Galo Lavalle nació en Buenos Aires el 17 de Octubre de 1797. Era el cuarto hijo de Manuel José de la Valle y Mercedes González. Al estallar la revolución de Mayo, su familia se encontraba en Chile, donde su padre era funcionario.

De regreso en Buenos Aires, el 31 de Agosto de 1812, Lavalle solicitó su admisión como cadete en el Regimiento de Granaderos a Caballo. En Mayo de 1813 pidió al general Alvear ser enviado al frente. Ascendido a Teniente en 1813, pasó en 1814 al ejército sitiador de Montevideo, a órdenes de Alvear.

Luchó contra Artigas, y al mando de Dorrego combatió en la batalla de Guayabos. En 1816, con su regimiento, ingresó al Ejército de los Andes que San Martín preparaba en Mendoza. El 4 de Febrero de 1817, tuvo destacada actuación en Achupallas donde una patrulla de Granaderos venció a fuerzas realistas superiores que trataban de impedir la marcha de las tropas argentinas. En Chacabuco fue ascendido a Capitán. En Maipú mandó una compañía de Granaderos que con los regimientos de Zapiola y Freire pusieron fuera de combate a la caballería realista. Combatió en el sur contra los restos del ejército español.
En Nazca, Perú, el 15 de Octubre de 1820, al frente de la caballería patriota avanzó a todo galope sobre el campo realista, causando una completa sorpresa. En Paseo, el 6 de Diciembre, cargó poniendo en fuga a la caballería enemiga. En Jauja se le entregó prisionero el teniente coronel Andrés de Santa Cruz, futuro Presidente de la Confederación peruano-boliviana. En la campaña del Ecuador, el 21 de Abril de 1822, libró en Riobamba uno de los más brillantes combates de caballería de la guerra de la Independencia, destrozando a la caballería española por el resto de la campaña. Intervino en Pichincha, en el desastre de Torata y en la retirada de Moquegua, donde
con 300 Granaderos contuvo a un ejército varias veces superior.

A fines de 1823, se separó del ejército de Bolívar, y ya en Mendoza, un movimiento militar derrocó al gobernador y nombró en su reemplazo a Lavalle. Diez días después, 4 de Julio de 1824, regresó a Buenos Aires, recibiendo despachos de coronel graduado. Con Rosas y Senillosa integró la comisión demarcadora de la frontera con los indios. Al estallar la guerra con el Brasil se incorporó al ejército nacional. En Febrero de 1827 venció a una columna de 1.200 hombres en Bacacay. En Ituzaingó, en audaz y caícula8a maniobra, arrolló a las fuerzas del general Abreu, siendo ascendido a general.
El 1º de Diciembre, de vuelta en Buenos Aires con su división, derrocó al gobernador Dorrego, batió a éste y a Rosas en Navarro y ordenó, instigado por la logia unitaria, el asesinato del gobernador. En situación insostenible, pactó con Rosas el nombramiento de Viamonte como gobernador, pidió licencia para salir del país y, desde Colonia, promovió dos fracasadas insurrecciones en Entre Ríos. Tomó partido por Rivera en su campaña contra Lavalleja, sublevado, y rechazó el nombramiento de brigadier general diciendo que "no había dejado ni dejaría de ser general argentino". En 1839, con apoyo de los emigrados unitarios y de los franceses, pasó con una división a Entre Ríos, donde combatió con suerte varia. Derrotado por Echagüe en Sauce Grande, cruzó el Paraná en embarcaciones francesas y con 1.100 hombres estuvo en 15 días en Luján. Rosas había organizado un ejército de 17.000 hombres, y Lavalle, sin apoyo, se retiró, tomando a Santa Fe en Septiembre de 1840. Perseguido por tres ejércitos, trató de reunirse con La Madrid. A marchas forzadas Oribe lo alcanzó el 28 de Noviembre en Quebracho Herrado, en donde quedó liquidado el ejército de Lavalle.

Trató de organizar la guerra de partidas. Fracasó y, con menos de 1.000 hombres para contener a los 12.000 de Aldao, se dirigió a Chilecito, tratando de atraer sobre él a los federales, dando así tiempo a La Madrid para organizarse en Tucumán. lo consiguió por algunos meses, y el 10 de Junio de 1841, ante la proximidad de Aldao, buscó a La Madrid en Catamarca. Pasó luego a Tucumán, uniéndose a Marco Avellaneda, gobernador allí desde Marzo de 1841, marchando ambos a Salta. Oribe, desde Río Hondo, amagó entonces sobre Tucumán. Avellaneda, para defenderla, regresó con su columna, que se le dispersó al entrar en la provincia.
Lavalle, con un puñado de hombres, se dispuso a vender cara la derrota. Reorganizó sus efectivos, abandonó Tucumán, donde había llegado, pero donde no podía sostenerse, y cuando la prudencia le aconsejaba retirarse se decidió por la ofensiva, atacando al poderoso ejército de Oribe. En la noche del 19 de Septiembre de 1841 cruzó el río Famaillá, amaneciendo formado en batalla a espaldas del enemigo. Después de una hora de combate, el ejército de Lavalle se desbandé.
La derrota de Famaillá concluyó con la coalición del norte, y Lavalle regresó a Salta, pensando aún en resistir. Su plan consistía en atraer a Oribe, alejarlo de su teatro principal de operaciones para que, en su ausencia, desarrollaran libremente su acción los generales Paz y la Madrid.
Se preparaba a poner en ejecución este plan cuando las tropas correntinas, que lo habían acompañado desde el principio de la campaña, decidieron regresar en masa a su provincia. Esto cortaba de raíz toda posibilidad de resistencia. Con sus últimos fieles, unos doscientos hombres, Lavalle emprendió el camino de Jujuy, donde llegó el 8 de Octubre.
Tratando de huir al norte, a Bolivia, con unos cuantos camaradas leales, Lavalle fue muerto (probablemente por accidente) en una residencia privada en Jujuy cuando un grupo que acertaba a pasar por allí disparó una serie de tiros contra la casa; cuando sus leales seguidores se enteraron de que existía el propósito de profanar sus restos, formaron secretamente una guardia de honor para escoltar el cadáver de Lavalle fuera del país, hasta Bolivia, donde lo depositaron en la ciudad de Potosí hasta que los restos pudieran ser devueltos a Buenos Aires, lo que aconteció en 1868, siendo inhumados en el cementerio de La Recoleta.

Fuente: Todo argentina.net