Foto de Iván Pawluk
El concepto de Nación podría ser objeto de reflexión desde múltiples posturas intelectuales. De hecho este es un fenómeno que podemos apreciarlo en la obra producida por las diversas corrientes historiográficas que han proliferado en nuestro país, en una conjugación de posturas filosóficas, políticas, religiosas. Históricamente la idea de Nación y de un pensamiento en tal sentido logró madurar con plenitud en la Europa del siglo XIX, donde las identidades pugnaban por sobreponerse a la fuerza avasalladora de los imperios. Estos nuevos conceptos desembarcaron en los territorios coloniales de América y fueron alimentando el intelecto de una incipiente clase dirigente que no tardaría en apetecer el poder, abocándose a la tarea de "construir los estados nacionales", donde antes predominaban los regionalismos.
Sin duda el proceso revolucionario de Mayo puso en el tapete la cuestión nacional. Sus hombres, exponentes de la cultura europea y de los intereses americanos, proyectaron un concepto de nación transplantado y proyectado desde una postura puramente intelectual, irradiada con pretensiones hegemónicas desde Buenos Aires.
Sin duda el proceso revolucionario de Mayo puso en el tapete la cuestión nacional. Sus hombres, exponentes de la cultura europea y de los intereses americanos, proyectaron un concepto de nación transplantado y proyectado desde una postura puramente intelectual, irradiada con pretensiones hegemónicas desde Buenos Aires.
Pero más allá de los límites territoriales y culturales de aquella ciudad, se hallaban las provincias del Río de la Plata. Aisladas, con una sociedad y una cultura decantada en siglos de historia. Una de aquellas provincias era la de Misiones o Misiones de guaraníes. ¿Sería posible que en aquel ámbito se gestara en forma paralela, al margen de la influencia europea, un pensamiento nacional nutrido en los procesos históricos, sociales y culturales telúricos, y que además hiciera eclosión en el contexto de la revolución americana? Sin duda alguna el federalismo artiguista expresa en cierta medida esa idea, pero también es cierto que manifiesta en su discurso ideas propias de la cultura política de la época.La historiografía, fuera liberal – positivista o revisionista, no avanzó en su análisis más allá de este planteo bipolar en cuanto al pensamiento nacional de la primera mitad del siglo XIX: centralismo o provincialismo, unitarios o federales.
Sin embargo se habían generado otras alternativas políticas y de proyectos de país y nación. Una de ellas emergió en el territorio de las Misiones de guaraníes y se expresó con toda plenitud en la figura del caudillo Andrés Guacurarí Artigas. Aunque el proyecto se derrumbara ante la caída del protector José Gervasio Artigas y la desaparición física de Andrés Guacurarí, aquella idea gestada tuvo tanto arraigo y nexos con la historia social de la región misionera, que de varias formas modeló la realidad socio – cultural de la región, proyectándose hasta el presente.
La Provincia de Misiones comprendía un total de 30 pueblos, dispersos en un vasto territorio, hoy fragmentado en los estados nacionales de Paraguay, Argentina, Brasil y el Uruguay. Desde el año 1767, momento en que se expulsó a la Compañía de Jesús, los pueblos misioneros habían quedado bajo la administración civil y militar colonial. El esplendor y la abundancia de que habían hecho gala bajo la administración de los padres jesuitas habían desaparecido. En la segunda mitad del siglo XVIII los pueblos o reducciones de guaraníes presentaban un aspecto desolador y de miseria. La voracidad de la mayoría de los funcionarios administradores había dejado a las reducciones en un estado ruinoso, caracterizado por la falta de recursos, el hambre, el deterioro edilicio y la desintegración demográfica. La realidad social de los pueblos se había transformado: aquella sociedad jesuítico – guaraní, de perfiles étnicos puros, había desaparecido, dando lugar a otra, de una plasticidad asombrosa, en donde se destacaba un estrato social compuesto por blancos (administradores, curas, maestros, comerciantes, "avecindados", capataces de estancias, etc.) y guaraníes que se diluían en un creciente mestizaje. Una sociedad afianzada en patrones culturales sólidamente consolidados durante el transcurso de los siglos XVII y XVIII, claramente diferenciados del resto del territorio colonial hispánico.
La Provincia de Misiones comprendía un total de 30 pueblos, dispersos en un vasto territorio, hoy fragmentado en los estados nacionales de Paraguay, Argentina, Brasil y el Uruguay. Desde el año 1767, momento en que se expulsó a la Compañía de Jesús, los pueblos misioneros habían quedado bajo la administración civil y militar colonial. El esplendor y la abundancia de que habían hecho gala bajo la administración de los padres jesuitas habían desaparecido. En la segunda mitad del siglo XVIII los pueblos o reducciones de guaraníes presentaban un aspecto desolador y de miseria. La voracidad de la mayoría de los funcionarios administradores había dejado a las reducciones en un estado ruinoso, caracterizado por la falta de recursos, el hambre, el deterioro edilicio y la desintegración demográfica. La realidad social de los pueblos se había transformado: aquella sociedad jesuítico – guaraní, de perfiles étnicos puros, había desaparecido, dando lugar a otra, de una plasticidad asombrosa, en donde se destacaba un estrato social compuesto por blancos (administradores, curas, maestros, comerciantes, "avecindados", capataces de estancias, etc.) y guaraníes que se diluían en un creciente mestizaje. Una sociedad afianzada en patrones culturales sólidamente consolidados durante el transcurso de los siglos XVII y XVIII, claramente diferenciados del resto del territorio colonial hispánico.
En este marco emergían en las misiones guaraníes algunos aspectos claves: el idioma guaraní, una cultura particular heredada de la administración jesuítica, la conciencia de un espacio territorial propio, la identificación de un enemigo histórico común: los portugueses, la autonomía de los pueblos expresada en la institución del Cabildo, el autoabastecimiento económico, la conciencia de una dignidad y un modo de ser que se iba degradando. Un modo de ser que llevaba una idea ancestral guaraní: la conciencia de una Identidad frente al Otro, y el sentido de Ser junto al Otro una sola realidad. Hoy diríamos diversidad en la integración.
El sentido de pertenencia a un territorio y a ser una Nación, en el sentido más radical del concepto, ya se había manifestado en plena mitad del siglo XVIII durante la Guerra Guaranítica, cuando la población guaraní levantándose en armas y dirigida por sus cabildantes se había opuesto a la ejecución del Tratado de Permuta firmado entre España y Portugal, negándose a abandonar a los portugueses los siete pueblos orientales del Uruguay, concluyendo todo en la cruel matanza de misioneros perpetrada por españoles y portugueses en las colinas de Caibaté en 1755. Este episodio humillante para la población guaraní, interpretado como una traición de una monarquía a la que tantas veces se había servido ofrendando vidas, quedó en la memoria de los pueblos misioneros. Aunque los siete pueblos habían sido devueltos a los guaraníes por la anulación del Tratado de Permuta, el trágico suceso de la Guerra Guaranítica había demostrado al pueblo guaraní de las misiones su capacidad de organización autónoma y su capacidad de organización militar.
Pero en el año 1801 se vuelve a reeditar el conflicto: los portugueses, en una rápida campaña militar, se apoderaron de los siete pueblos orientales: San Borja, San Miguel, Santo Angel, San Luis Gonzaga, San Nicolás, San Lorenzo y San Juan Bautista. El territorio usurpado comprendía además de los pueblos, las más productivas estancias ganaderas y yerbales de los mismos y de otros pueblos de la banda occidental, como Yapeyú, Concepción, Santo Tomé, etc. La situación se agravaba aún más porque desde el año 1800 un gran número de misioneros había comenzado a adquirir en propiedad chacras y estancias, quedando de ese modo liberados del viejo régimen de la comunidad. Gran parte de la población misionera, resistiéndose a vivir bajo la tutela portuguesa, se trasladó hacia los pueblos de la banda occidental del río Uruguay, dejando sus pueblos, sus terrenos y demás propiedades, con la esperanza de volver a recuperarlos.
Llegó así el año 1810 y el proceso revolucionario de Mayo. El 8 de julio de aquel año, los representantes del Departamento de Candelaria reunidos en el Cabildo de la capital de Misiones reconocieron como legítima a la Junta Gubernativa establecida en Buenos Aires. La decisión fue inmediatamente comunicada por el Gobernador Tomás de Rocamora a la nueva autoridad constituida.
Llegó así el año 1810 y el proceso revolucionario de Mayo. El 8 de julio de aquel año, los representantes del Departamento de Candelaria reunidos en el Cabildo de la capital de Misiones reconocieron como legítima a la Junta Gubernativa establecida en Buenos Aires. La decisión fue inmediatamente comunicada por el Gobernador Tomás de Rocamora a la nueva autoridad constituida.
El territorio misionero se hallaba encerrado entre dos frentes reaccionarios: Asunción y Montevideo, además de la presencia expectante y amenazante de los portugueses en la frontera del río Uruguay. En esta circunstancia es que el General Manuel Belgrano cruzó por el territorio de Misiones rumbo al Paraguay. Quedó azorado ante la miseria y la desolación que observó en los pueblos, lo que lo impulsó a redactar su Reglamento Constitucional para los Pueblos de Misiones (1811), pero simultáneamente dejó en "custodia" del Paraguay a todos los pueblos del Departamento de Candelaria. Desde esta base, los paraguayos nos dudaron en lanzarse sobre el Departamento de Concepción. Entonces, la histórica Provincia de Misiones quedaba reducida únicamente al Departamento de Yapeyú, compuesto por los pueblos de Santo Tomé, La Cruz y Yapeyú, más sus estancias, capillas y parroquias. Los portugueses, viendo el estado de desprotección en que se hallaba la banda occidental del río Uruguay, cruzaron el río Uruguay y comenzaron a asolar el territorio. En estas circunstancias el Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata nombró Gobernador de Misiones al Comandante Don José Gervasio Artigas, el cual inmediatamente se abocó a la tarea de organizar militarmente a la población misionera, logrando expulsar a los portugueses del Departamento de Yapeyú.
De esa manera el federalismo artiguista se arraigó con su prédica en la población misionera. Es en aquél momento en que entra en escena Andrés Guacurarí, hijo adoptivo de Gervasio Artigas, e integrante del cuerpo de Blandengues. El mismo Artigas, ya distanciado del centralismo porteño, lo designó Gobernador y Comandante General de Misiones.
De esa manera el federalismo artiguista se arraigó con su prédica en la población misionera. Es en aquél momento en que entra en escena Andrés Guacurarí, hijo adoptivo de Gervasio Artigas, e integrante del cuerpo de Blandengues. El mismo Artigas, ya distanciado del centralismo porteño, lo designó Gobernador y Comandante General de Misiones.
Andrés Guacurarí había nacido en el año 1778 en el pueblo misionero de San Borja, el mismo año en que en otro pueblo misionero, Yapeyú, nacía José de San Martín, y en otro, Santo Angel, en 1789, Carlos María de Alvear. Andrés Guacurarí fue un exponente de la realidad histórica que acabamos de reseñar en esta apretada síntesis. ¿Indio guaraní?, ¿mestizo?. Más que eso: un nuevo tipo social, genuinamente americano y en profunda crisis ante los cambios históricos, consustanciado con la prédica política del artiguismo, en cuya doctrina apreciaba un cause para el proyecto misionero. Sería un error ver aquí el caso de un fanatismo ciego de un dirigente y su pueblo rendido a los pies de Gervasio Artigas. Los ideas de Libertad, autonomía, Nación, igualdad de derechos, Justicia, ya estaban presentes en la población de los pueblos misioneros desde hacía décadas, desde mucho antes de que Gervasio Artigas los expusiera en sus planteos políticos. Se trataba de ideales por los cuales los ancestros habían luchado y derrotado a los bandeirantes en Mbororé en 1641, y luego en varias oportunidades en la Colonia del Sacramento por la recuperación de la misma de manos de los portugueses; eran también los ideales que se habían visto avasallados por la corrupción del régimen de administración aplicado a los pueblos luego de la expulsión de los jesuitas y finalmente por las invasiones de paraguayos y portugueses ocurridas entre los años 1801 y 1811, las que habían dejado reducida a la provincia a su mínima expresión.
Andrés Guacurarí desde su posición de Jefe de los misioneros se planteó un proyecto que se propuso la reconstrucción territorial de la desmembrada Provincia de Misiones. Con dicho fin el objetivo inmediato fue la recuperación de los departamentos de Concepción y Candelaria que se hallaban ocupados por los paraguayos, para luego continuar con la primer campaña para intentar la recuperación de las misiones orientales; ambas acciones en coordinación con los planes de Don José Gervasio Artigas. En el orden interno se vuelven a constituir los Cabildos de todos los pueblos y se comienza con un programa de reactivación económica de las estancias ganaderas y los yerbales, administrado por los propios misioneros. Por primera vez los guaraní – misioneros tenían en sus manos su propio destino histórico.
Se trataba de una profunda revolución social y cultural, reprimida durante siglos y que estallaba ahora con fuerza en el contexto de la guerra revolucionaria americana.
El proyecto llevaba implícito un profundo sentido americanista e integracionista frente a las demás provincias. Se trataba de una reivindicación de la histórica provincia de Misiones, pero en el marco del concepto artiguista de una gran Nación americana. La lucha de los misioneros contra los portugueses, era concebida como un frente más en las luchas que se emprendían por la Libertad y la Independencia en aquellos años. Las palabras que Andrés Guacurarí dirige al Comandante paraguayo Isasi a cargo de la guarnición de Candelaria son ilustrativas (11.IX.1815):
"El derecho es el ídolo y objeto de los hombres libres, por quien se ven empapados en su propia sangre, me ha obligado, solicitando ellos nuestra protección, a molestar a Usted el que se venga con nosotros, o, de lo contrario, deje ese departamento al goce de sus derechos, repasando Ud. el Paraná con toda su guarnición,... Esto lo hago, COMO AMERICANO Y HERMANO QUE SOMOS, para evitar todo derramamiento de sangre entre nosotros... Al otro lado del Paraná es la frontera de la provincia republicana, DESDE DONDE DEBEMOS CONSERVAR UNA VERDADERA ARMONÍA Y QUIETUD ENTRE LAS PROVINCIAS HERMANAS..."
El proyecto llevaba implícito un profundo sentido americanista e integracionista frente a las demás provincias. Se trataba de una reivindicación de la histórica provincia de Misiones, pero en el marco del concepto artiguista de una gran Nación americana. La lucha de los misioneros contra los portugueses, era concebida como un frente más en las luchas que se emprendían por la Libertad y la Independencia en aquellos años. Las palabras que Andrés Guacurarí dirige al Comandante paraguayo Isasi a cargo de la guarnición de Candelaria son ilustrativas (11.IX.1815):
"El derecho es el ídolo y objeto de los hombres libres, por quien se ven empapados en su propia sangre, me ha obligado, solicitando ellos nuestra protección, a molestar a Usted el que se venga con nosotros, o, de lo contrario, deje ese departamento al goce de sus derechos, repasando Ud. el Paraná con toda su guarnición,... Esto lo hago, COMO AMERICANO Y HERMANO QUE SOMOS, para evitar todo derramamiento de sangre entre nosotros... Al otro lado del Paraná es la frontera de la provincia republicana, DESDE DONDE DEBEMOS CONSERVAR UNA VERDADERA ARMONÍA Y QUIETUD ENTRE LAS PROVINCIAS HERMANAS..."
No caben dudas que el concepto de Nación en Andrés Guacurarí transcendía los límites estrechos de reivindicación de su raza, y adquiría una autentica vocación americanista. Su pensamiento vuelve a reiterarse en la intimación al Brigadier Francisco Das Chagas Santos, cuando se producía el sitio a San Borja, donde en parte de la nota Andrés Guacurarí expresaba:
"... estos territorios son de los naturales misioneros a quienes corresponde el derecho de gobernarlos, siendo tan libres como las demás naciones".
La proclama dirigida a la población de las misiones orientales resulta conmovedora:
"... He puesto mi ejército delante del portugués, sin recelo alguno, fundado, en primer lugar, en que Dios favorecerá mis sanos pensamientos, y en las brillantes armas auxiliares y libertadoras, sólo con el fin de dejar a los pueblos en el pleno goce de sus derechos, esto es, para que cada Pueblo se gobierne por sí, sin que ningún otro español, portugués o cualquiera de otra provincia se atreva a gobernar, pues habrás ya experimentado los pueblos los grandes atrasos, miserias y males en los gobiernos del español y del portugués... Ahora pues, amados hermanos míos, abrid los ojos y ved que se os acerca y alumbra ya la hermosa luz de la libertad, sacudid ese yugo que oprimía nuestros pueblos, descansad en el seno de mis armas, seguros de mi protección, sin que ningún enemigo pueda entorpecer vuestra amada libertad. Yo vengo a ampararos, vengo a buscaros. Porque sois mis semejantes y mis hermanos, vengo a romper las cadenas de la tiranía portuguesa, vengo, en fin, a que logréis vuestros trabajos y daros lo que los portugueses os han quitado en el año 1801 por causas de las intrigas españolas..."
"... estos territorios son de los naturales misioneros a quienes corresponde el derecho de gobernarlos, siendo tan libres como las demás naciones".
La proclama dirigida a la población de las misiones orientales resulta conmovedora:
"... He puesto mi ejército delante del portugués, sin recelo alguno, fundado, en primer lugar, en que Dios favorecerá mis sanos pensamientos, y en las brillantes armas auxiliares y libertadoras, sólo con el fin de dejar a los pueblos en el pleno goce de sus derechos, esto es, para que cada Pueblo se gobierne por sí, sin que ningún otro español, portugués o cualquiera de otra provincia se atreva a gobernar, pues habrás ya experimentado los pueblos los grandes atrasos, miserias y males en los gobiernos del español y del portugués... Ahora pues, amados hermanos míos, abrid los ojos y ved que se os acerca y alumbra ya la hermosa luz de la libertad, sacudid ese yugo que oprimía nuestros pueblos, descansad en el seno de mis armas, seguros de mi protección, sin que ningún enemigo pueda entorpecer vuestra amada libertad. Yo vengo a ampararos, vengo a buscaros. Porque sois mis semejantes y mis hermanos, vengo a romper las cadenas de la tiranía portuguesa, vengo, en fin, a que logréis vuestros trabajos y daros lo que los portugueses os han quitado en el año 1801 por causas de las intrigas españolas..."
Aquí tenemos un concepto diferente de la Libertad y de la Nación. No estamos ante conceptos aprendidos en universidades o leídos en obras filosóficas o políticas. Se trata de una concepción de la Libertad y de la Nación muy vivencial, extremadamente cargada de historicidad, de fuerza colectiva. Libertad comprendida no como una posibilidad de expresión, sino de capacidad de decisión y elección de un destino. Y un concepto de nacionalidad centrado en la identidad propia e ineludible, pero al mismo tiempo sabiéndose parte de un todo americano trascendente.
Entre esta concepción de la nacionalidad y libertad, y la diseñada desde el centralismo porteño existió una brecha insalvable, creada en siglos a través de un proceso histórico implacable. Durante el período transcurrido entre los años 1811 y 1819 toda la población misionera se alzó en armas en defensa de aquel proyecto. La vida alternaba entre el trabajo para la recuperación de los pueblos y las cruentas batallas libradas en defensa de la Patria, identificada objetivamente con el suelo que se habitaba.
Entre esta concepción de la nacionalidad y libertad, y la diseñada desde el centralismo porteño existió una brecha insalvable, creada en siglos a través de un proceso histórico implacable. Durante el período transcurrido entre los años 1811 y 1819 toda la población misionera se alzó en armas en defensa de aquel proyecto. La vida alternaba entre el trabajo para la recuperación de los pueblos y las cruentas batallas libradas en defensa de la Patria, identificada objetivamente con el suelo que se habitaba.
Situados los misioneros entre dos frentes, el centralista porteño y el portugués, la posibilidad de resistencia era limitada. Durante el período transcurrido entre 1817 y 1818 los portugueses habían saqueado e incendiado todos los pueblos de los departamentos de Concepción y de Yapeyú. El segundo intento realizado por Andrés Guacurarí para recuperar los siete pueblos orientales en el mes de mayo de 1819 había terminado en un fracaso. Luego de esta acción cuando Andrés Guacurarí se disponía cruzar hacia la banda occidental del río Uruguay por el paso San Isidro, es sorprendido por una partida portuguesa y cae prisionero. Luego se produciría la derrota del Protector de los Pueblos Libres, Don José Gervasio Artigas. La hecatombe fue absoluta y la masa de la población misionera quedó en la orfandad política. Algunos de los lugartenientes de Andrés Guacurarí, sobrevivientes del exterminio de que fuera objeto la población de las misiones, intentaron reorganizar la provincia. Pero ya su rico territorio era disputado con rapacidad por los estados vecinos, mientras que sus primitivos pobladores eran despojados de sus derechos de propiedad sobre tierras y demás bienes. De hecho el territorio misionero fue repartido entre el Brasil y tres estados nacionales, Argentina, Paraguay y Uruguay. Tres estados gestados desde Buenos Aires, Asunción y Montevideo, provocando el raro efecto de convertir en límites a dos ríos, el Paraná y el Uruguay, ríos que históricamente habían servido de unión e integración a los territorios ribereños.
Sin embargo la fuerza del proyecto misionero de Andrés Guacurarí pervivió a sus actores. Aquel tipo social típicamente americano, producto del mestizaje, heredero genuino de aquel proceso histórico, sigue estando presente en la región misionera. Una región que aún hoy se resiste y persiste con un contenido socio – cultural propio, trascendiendo a las fronteras de los modernos estados nacionales. Ni el impacto de la inmigración europea y los proyectos de colonización intensivos desarrollados en la región pudieron borrar aquella importa cultural.
Bibliografía:
Bibliografía:
Cabral, Salvador: Andresito Artigas en la emancipación americana, Buenos Aires, Ed. Castañeda, 1980.Machón, Jorge Francisco: José Artigas, gobernador de Misiones, Jardín América (Mnes,), Edición del autor, 1998.Machón, Jorge Francisco: Misiones después de Andresito, Jardín América (Mnes.), Edición del autor, 1994.Poenitz, Alfredo – Snihur, Esteban: La Herencia Misionera, Posadas, Ediciones "El Territorio", 1999.Poenitz, Edgar – Poenitz, Alfredo: Misiones, Provincia guaranítica, Posadas, Editorial Universitaria, 1993.
Esteban Angel Snihur: Profesor en Historia y Licenciado en Historia. Egresado de la Universidad Nacional de Misiones. Libros publicados: Cronología Histórica de Apóstoles, Apóstoles, Dirección de Cultura Municipal, 1997. De Ucrania a Misiones, una experiencia de transformación y crecimiento, Apóstoles, Colectividad Ucrania de Misiones, 1997. La Herencia Misionera, Posadas, Ediciones "El Territorio", 1999. Artículos varios, referidos a la historia regional, publicados en los diarios "Primera Edición" y "El Territorio", de Posadas. Presentación de trabajos referidos a las misiones jesuíticas en simposios y congresos. Ex docente de la cátedra de Historia Regional I, en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones.
Publica: Guillermo Reyna Allan
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