jueves, 2 de agosto de 2007

Matar a Güemes: misión cumplida


En Gotitas de Historia recordamos hoy la muerte de uno de los más bravos patriotas. Martín MIguel de Güemes. Como fue atrapado y herido de muerte el caudillo norteño.


El general español Olañeta dispone que su lugarteniente, el “Barbarucho”, que acampaba en Yavi con 400 hombres, marche hacia el sur en maniobra oculta y sigilosa, con el propósito de alcanzar en el menor tiempo posible la ciudad de Salta, sorprender a los patriotas y cumplir con el 0bjetivo principal: asesinar a Martín Güemes, verdadera pesadilla goda.


Entre las medidas que adopta para encubrir esta operación, Olañeta levanta su propio campamento de Mojos sin dejar ninguna tropa, fingiendo retirarse en forma ostensible hacia Oruro, pero con la idea de retornar velozmente, en cuanto esta marcha hubiese engañado a los patriotas, para apoyar la "operación comando" del coronel Valdez, el “Barbarucho”.

Todo se ejecuta según lo previsto y en su marcha hacia el sur, Valdez, en lugar de avanzar por la Quebrada, lo hace sin ser advertido por "el Despoblado" (actual ruta nacional N° 40, que parte de la localidad de Abra Pampa, sigue por San Antonio de los Cobres para alcanzar el valle de Lerma al oeste de Salta), que como su nombre lo indica es desolado y deshabitado, también áspero y lleno de dificultades por la falta de agua y víveres.

El “Barbarucho” era un español que, como Olañeta, de comerciante que había sido en el tráfico de mulas y mercaderías con el Perú, había pasado a ser un bravo oficial en el Ejército del Rey, para sostener la autoridad española contra la Revolución.

Según era fama, se había hecho experto en contrabando, practicándolo ventajosamente por los senderos extraviados de las serranías que corren por el poniente de las ciudades de Salta y Jujuy. Este ejercicio lo había convertido en un baqueano experto, ladino y audaz, condiciones venidas a pelo para llevar a buen puerto la riesgosa y, desde todo punto de vista, trascendental "operación comando" que se le había confiado.

“Tan brusco era, tan fogoso y tan bárbaro, que muchas veces, después de cometidas sus torpezas, se arrepentía de ellas; y se lo oía exclamar entonces, con la misma dura franqueza que correspondía a sus ímpetus mal educados: '¡Qué barbarucho soy!', quedándole así para siempre como apodo esta calificación apropiadísima, que él mismo se la daba” .


Valdéz, ayudado por indios baqueanos y algunos salteños enemistados con el jefe gaucho, cruza la altoplanicie de “el Despoblado” y se embosca, el 7 de junio de 1821, en la serranía de los Yacones (20 km al NO aproximadamente de Salta) con unos 400 hombres de infantería. Luego, al oscurecer, desciende sin ser advertido al valle pare alcanzar a la medianoche el campo de la Cruz, sin tropezar con guardias ya que ese flanco es considerado inaccesible.

Allí divide sus fuerzas en partidas a cargo de buenos conocedores de la ciudad y ordena que las mismas se dirijan a rodear la manzana de la casa de Güemes, lo que se realiza sin mayores tropiezos.

Uno de los colaboradores del jefe patriota, que ha estado reunido en su casa y atraviesa la plaza, se topa con una de las patrullas del “Barbarucho", y es muerto de un disparo. Güemes escucha la detonación y sale solo a la oscuridad cerrada de la noche, convencido de que se trata de algún disturbio aislado, provocado por la anarquía del campo patriota, sin imaginar que los realistas se habían desplegado ya por toda la ciudad.


Al darse cuenta de lo que realmente sucedía, se lamenta de haberse aventurado sin escolta y pretende huir a la carrera por una Calle lateral, pero cae en una encerrona y es herido.
Batiéndose con su proverbial bravura logra subir a un caballo y se dirige al río Arias, donde es transportado en camilla hasta la hacienda de la Cruz, para desde allí continuar su fuga hasta El Chamical, donde fallece, pese a los cuidados de su médico, el 17 de junio de 1821.

Valdez, el “Barbarucho”, el 8 de junio, con su habitual audacia y temeridad, luego del exitoso atentado contra Güemes, había resuelto ocupar la ciudad ante el desconcierto y la sorpresa de los desprevenidos patriotas. Son apresados los principales jefes, unos 35 oficiales, así como armas y pertrechos. Algunos serán pasados por las armas y otros canjeados más tarde por prisioneros españoles capturados por Gorriti, en Yala.

Extraido del Libro: El Grito Sagrado del historiador Mario "Pacho" O' Donnell


Escribe: Guillermo Reyna Allan

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