jueves, 29 de mayo de 2008

25 de Mayo, la historia y la leyenda











El conocido historiador Pacho O´ Donnell, escribió en el diario La Nación un artículo por demás interesante que tiene que ver con hechos poco conocidos o difundidos de la Revolución de Mayo. En Gotitas de Historia lo transcribimos textualmente y lo ponemos a vuestra consideración.

Para que Mayo fuera posible fue necesario que confluyeran estratégicamente tres sectores de la elite rioplatense: los comerciantes españoles, los criollos y los jóvenes revolucionarios.
Los comerciantes españoles ya no prosperaban con el intercambio exclusivo con una España ocupada por Napoleón, empobrecida, cuya flota mercante ya casi no cruzaba el Atlántico. El empeño de esos mercaderes, acaudillados por Martín de Alzaga, era que se abriera el comercio a otras naciones, en especial con Gran Bretaña. Los criollos nacidos en suelo americano aspiraban a un cambio político para poder acceder a posiciones que eran privativas de los nacidos en la metrópoli, los únicos autorizados a ocupar los más altos niveles de la administración pública y de la fuerzas armadas. Por último, los jóvenes revolucionarios vislumbraban la posibilidad de conducir la insurrección hacia la independencia del virreinato del Río de la Plata.




Virreinato del Río de La Plata



La emancipación esperaba el momento oportuno. Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Cornelio Saavedra, Nicolás Rodríguez Peña y otros jóvenes "alumbrados", así llamados porque seguían las ideas del iluminismo europeo, solían reunirse en el café de Marcos -hoy Bolívar y Alsina- vieron una alternativa táctica cuando la princesa Carlota, esposa del emperador Juan, de Portugal, residente en Río de Janeiro, reclamó sus derechos a gobernar en el Río de la Plata. Era una Borbón, hermana de Fernando VII, y Carlos IV había abrogado la ley sálica, que impedía reinar a las mujeres. Los jóvenes independentistas advirtieron la oportunidad de cambiar el escenario político y se esperanzaron con que, sabiendo que ella necesitaba su apoyo, podrían condicionarla con una Constitución que ellos redactarían. Por eso se manifestaron a su favor y fueron sus estratégicos promotores. La intentona fracasó por la oposición del embajador inglés en Brasil, lord Strangford, aunque también el emperador Juan se opuso en última instancia.

Según el biógrafo de la infanta, su secretario Presas, debido "al miedo fundado que tenía el propio príncipe de que una vez que su esposa se hallara señora de Buenos Aires, formase un ejército y fuera hasta Río de Janeiro para despojarlo del trono y ponerlo donde no le diese el sol". Confirmando que muchas veces las alternativas conyugales influyen en la política.
La anécdota de la infanta Carlota, quien se españolizó de princesa a infanta para hacer más viable su reclamo, va en contra de quienes niegan que en Mayo haya habido vocación independentista. También desmentido por los escritos de Bernardo de Monteagudo, quien, cursando en la universidad de Chuquisaca, semillero de revolucionarios americanos, escribió un imaginario diálogo entre Fernando VII y el inca Atahaualpa, en el que se abogaba francamente por la emancipación americana.




Infanta Carlota



Mayo no fue un movimiento popular, sino un putsch dentro de la clase de "posibles", es decir, la clase alta y adinerada. La chusma se hará presente un año después, en la noche del 5 al 6 de abril, cuando ocupó espontáneamente la plaza de la Victoria para defender a Saavedra de un anunciado golpe de los morenistas, agrupados en la Sociedad Patriótica.
La importancia de French y Berutti aquel frío y desapacible día fue decisiva, aunque no la que tradicionalmente se les asigna. Eran los jefes de un grupo de choque complotado con la revuelta, llamado "La legión infernal". Eran temibles "chisperos", es decir que manejaban armas de fuego. Apostados en las entradas de la plaza, junto con algunos miembros del regimiento de Patricios, decidían quiénes entraban en el cabildo y quiénes se quedaban afuera, amañando la votación a favor o en contra de la continuidad del virrey Cisneros.
Las escarapelas, que no eran celestes y blancas, las repartieron French, Berutti y los suyos para identificar a los propios de los ajenos.



Mariano Moreno, quien luego se constituiría en el emblema de la radicalidad revolucionaria, no participó de la asonada. Su presencia en la Junta fue una maniobra de los verdaderos ideólogos de Mayo, los grandes patriotas Belgrano y Castelli, quienes lo convencieron de aceptar el cargo de secretario. Moreno, abogado, era el defensor y representante de intereses británicos en el Río de la Plata, de allí su proclama: La representación de los hacendados , en la que abogaba por la apertura del comercio, es decir la ruptura del monopolio hispánico. Su designación fue un mensaje amistoso hacia la potencia más importante del mundo.


Mariano Moreno



Desde el primer momento, los hombres de Mayo aspiraron a contar con el apoyo de Gran Bretaña, la que al perder los mercados del continente europeo, luego de la victoria napoleónica en Auschwitz, necesitaba abrir nuevas plazas y sólo podía hacerlo por mar, el que dominaba desde el combate de Trafalgar. Pero se encontraron con la reticencia de la corona británica puesto que España era su aliada en la guerra contra Francia.
De todas maneras, hubo soterrada complicidad, como lo demuestra el hecho de que barcos británicos de guerra, surtos en el puerto, hicieron pesar su influencia. El capitán de la escuadra, Charles Montagu Fabian, no sólo empavesó las naves y disparó salvas de festejo el 26 de mayo, sino que también arengó al pueblo a favor de la revolución. Habría motivos para festejar: en los días subsiguientes a la sublevación se rebajaron en un 100% los derechos de exportación y se declaró libre la salida de oro y plata, sin más recaudo que pagar derecho como mercancía, lo que favorecía a los comerciantes ingleses.
La Constitución de la Junta del 25, que sustituyó la del 22 que conservaba el poder de Liniers aunque sin el rango de virrey, representó y equilibró sabiamente los factores de poder porteños.
Cornelio Saavedra representó a las milicias armadas, esencial para defender la sublevación de la reacción de los partidarios de Fernando VII. Ya se ha mencionado la importancia de Moreno. En cuanto a Paso, fue el secretario puntilloso, urdidor y astuto, que por sus virtudes repetirá dicha función en varias oportunidades, también en Tucumán en 1816. En cuanto a los vocales, los había representantes del poder económico español con los comerciantes Domingo Matheu y Juan Larrea. El vocal Azcuénaga también era hombre de armas, aunque Saavedra habría condicionado que no tuviera mando de tropa. No podía faltar la fuerza del clero y allí estaba el cura de San Nicolás, Manuel Alberti. Y por fin los abogados Belgrano y Castelli eran quienes hablaban y actuaban en nombre de los jóvenes progresistas animados de ínfulas de cambio radical.

El propósito independentista de algunos debió disimularse para no romper prematuramente la alianza estratégica con los otros sectores. También por la reticencia británica a la declaración independentista, por la ya mentada alianza con España y también porque era un imperio colonial y no estaba en sus planes fomentar las insurrecciones en territorios ocupados.
Ese freno fue evidente cuando la Asamblea del año XIII, que había sido convocada con el propósito de declarar la emancipación de España, recibió instrucciones en contrario desde Londres, que fueron acatadas por la anglófila Logia Lautaro, cuyos iniciados dominaban la convocatoria. Esa misma prudencia hizo que la creación de una bandera propia de las Provincias Unidas por parte de Belgrano, en 1811, fuera acremente censurada por Bernardino Rivadavia, el poder en Buenos Aires.

viernes, 23 de mayo de 2008

Se trataba del nacimiento de una Nación




El alcalde mayor hizo una seña y los miembros de la Junta se arrodillaron frente a la mesa municipal. Los Santos Evangelios estaban abiertos en el relato de San Lucas. Cornelio Saavedra puso la palma de su mano sobre ellos. Juan José Castelli apoyo la suya sobre uno de los hombros de Saavedra y Manuel Belgrano hizo lo mismo sobre el otro. El resto copió el gesto. Eran casi las 9 de la noche del viernes 25 de Mayo de 1810 y el Sí, juro de los nueve hombres entrelazados marcaba el final de cuatro días intensos.





Cornelio Saavedra se levantó y la Junta ocupó los asientos bajo el dosel del salón central del segundo piso del Cabildo. Después el comandante fue hasta el balcón. Abajo, en la Plaza, quedaba poca gente bajo la lluvia. Saavedra les habló para pedirles que mantuvieran orden, la unión y la fraternidad, y para que se respetara la figura del ex virrey Cisneros.
Esa noche, los miembros de la Junta salieron juntos. Atravesaron la Plaza, pasaron por debajo de la Recova y los pasos firmes —que resonaron huecos en el barro— los llevaron hasta el Fuerte, desde donde iban a gobernar Buenos Aires y el resto del Virreinato hasta fines de 1810.
Aquel día, el Cabildo había estado lleno desde temprano, a las 8 de las mañana. Los asistentes habían llegado para considerar la renuncia de la Junta nombrada el 23 de mayo, encabezada por el virrey Cisneros. Habían jurado a las 3 de la tarde del 24 y seis horas después, frente a la presión de los criollos, presentaban sus renuncias.
En el salón del Cabildo, la postura del síndico procurador, Julián de Leiva, aún era inamovible: no aceptaba la renuncia de Cisneros y proponía autorizarlo a usar la fuerza para fusilar y dispersar al pueblo. Leiva se aferraba a una idea errónea: creía contar con el apoyo de Saavedra.


A esa hora, la Plaza ya estaba ocupada. Pero la mayoría de las milicias estaba en los cuarteles, esperando noticias del Cabildo. Las novedades sobre la posición de Leiva llegaron pronto. Cuando se difundieron, un grupo encabezado por Feliciano Chiclana y Domingo French —que como todos los partidarios criollos estaban reunidos en la casa de Rodríguez Peña— salió hacia el Cabildo. En el impulso, todos llegaron hasta la galería de arriba.
Fue el propio Leiva quien abrió la puerta del salón al escucharlos. "¿Qué es lo que ustedes quieren?", cuentan que dijo. "La deposición inmediata de Cisneros", le gritaron los criollos. Desde adentro pidieron que nombraran una comisión de representantes para explicar sus reclamos. Las crónicas de la época dicen que llevaban escritos los nombres para una nueva junta de gobierno. El Cabildo objetó la propuesta. Para eso se debía consultar al resto de los pueblos del Virreinato, se sostenía como argumento principal.



Baltasar Hidalgo de Cisneros


La discusión se encendía y uno de los vecinos , de apellido Anchorena, propuso citar a los comandantes de las milicias para opinar y votar. Los delegados de los criollos salieron para juntarse en la Fonda de las Naciones de la Vereda Ancha, una de las tantas del radio de la Plaza. El cielo estaba nublado y amenazaba con desarmarse en agua, como venía ocurriendo desde hacía días. Cuando los comandantes se reunieron, Leiva pidió apoyo para las autoridades elegidas el 23.
El comandante Romero, un moderado que lideraba una milicia, contestó que no era posible sostener la elección del virrey como presidente de la Junta, que las tropas y el pueblo estaban indignados y que ellos no tenían autoridad para darle apoyo al Cabildo, porque sabían que no iban a ser obedecidos. Se animó a pronosticar que si el Cabildo insistía en lo resuelto no podrían evitar que la tropa llegara
hasta la Plaza para imponer su posición.
La gente había vuelto a tomar las galerías. Y Leiva le habló al resto de los cabildantes: "No hay más remedio que consentir", se le oyó decir. Martín Rodríguez salió al corredor y, a los gritos, contó a la gente que el virrey había quedado fuera del gobierno. Después corrió hasta la casa de Rodríguez Peña, donde estaban los líderes del movimiento criollo. Entonces Peña dijo que había que llevar la lista de la nueva Junta al Cabildo. Cuando Beruti y French entraron en el salón del edificio donde se seguía sesionando, los cabildantes ocupaban sus asientos detrás de la gran mesa que da a la puerta. Los patriotas se agruparon en la baranda que limitaba el recinto hacia el lado de afuera.



Manuel Belgrano



La respuesta fue una exigencia: que expresaran por escrito la voluntad del pueblo. Al rato llegó una presentación con más de 400 firmas. Eran las 15.30 cuando Leiva puso el último obstáculo. Pidió que el pueblo se congregara en la Plaza para que, al leer los nombres, los ratificaran.
A las 4 de la tarde, Leiva salió al balcón. El resto de los cabildantes lo siguieron. Cuando miraron hacia la Plaza, el síndico, irónico, preguntó: "¿Dónde está el pueblo?". Abajo había poca gente. Y fue Beruti quien repitió que el pueblo en cuyo nombre hablaban estaba armado en los cuarteles y otra gran parte del vecindario esperaba en distintos lugares para ir. El griterío creció. Finalmente, Leiva en nombre del Cabildo, cedió. Y así se dieron por anulados los actos del día 23 y 24.
El vozarrón de Martín Rodríguez se volvió a escuchar a las cuatro y media. Pero esta vez fue en el balcón, cuando leyó los nombres de la Junta de Gobierno que quedaba encargada provisoriamente de la autoridad de todo el Virreinato.

La espera, luego, fue larga. Hasta que, cuando faltaban minutos para las 9 de la noche, el alcalde mayor abrió los Santos Evangelios. La nueva Junta entró por el centro del salón en medio de un gran silencio. El funcionario hizo una seña y se acercó a Saavedra con el libro abierto. Los nueve hombres se comprometieron a conservar esta parte de América para Fernando VII, el rey de España, prisionero de Napoleón. Afuera llovía. Y en la Plaza todavía quedaba gente.

Fuentes: "Memorias curiosas", de Juan Manuel Beruti, Colección Memoria Argentina, Emecé, 2001. "La Gran Semana de 1810. Crónica de la Revolución de Mayo", de Vicente Fidel López. Imprenta y Librería de Mayo, 1896. Diario Clarín (Bs. Aires)

Escribe: Guillermo Reyna Allan

sábado, 17 de mayo de 2008

Aquel sueño llamado Argentina (Parte II)




La Semana de Mayo



18 de mayo


Se realizó una reunión en la casa de Rodríguez Peña, donde se acordó pedirle a Cisneros que convocara a un Cabildo Abierto para tratar la nueva situación generada por lo sucedido en España (invadida por Napoleón). Cisneros intentó evitar esa reunión, pero terminó cediendo ante las presiones.


22 de mayo


251 vecinos (se habían repartido 600 invitaciones) se reunieron en el Cabildo para decidir sobre la destitución del virrey. Y allí se destacaron algunas voces: El obispo Lué comenzó diciendo que "mientras haya un español en América, los americanos le deben obediencia", a lo que Juan José Castelli replicó: "Si no hay rey en España, han caducado las autoridades que de él dependen, por lo cual la soberanía debe volver al pueblo, y es el pueblo el que debe votar para formar Juntas de gobierno, como están haciendo en España".




Saavedra, que coincidía con Castelli, agregó sin embargo: "Creo que debemos ser los Cabildantes y no el pueblo quienes designemos la Junta de Gobierno, pues va a ser más simple".Por su parte, el vecino Villota se refirió a otro tema de importancia: "El pueblo de Buenos Aires carece de representatividad para adoptar una decisión que afecte a todo el Virreynato", frente a lo que Juan José Paso aludió a razones de necesidad y urgencia para sostener la representación de los pueblos ausentes.


Juan José Castelli


24 de mayo


El Cabildo Abierto designó una Junta, pero presidida por Cisneros. El disconformismo popular hizo que la Junta renuncie un día después.

25 de mayo


Amaneció frío y lluvioso en Buenos Aires. Los vecinos, encabezados por Domingo French y Antonio Beruti, comenzaron a congregarse frente al Cabildo, movidos por los últimos acontecimientos. Allí se anunció la constitución de una nueva Junta, presidida por Cornelio Saavedra, que gobernaba en nombre de Fernando VII. Para algunos, esto último fue una estrategia llamada "máscara de Fernando" con el fin de no romper definitivamente con España hasta afianzar el gobierno propio y declarar así la independencia, lo que ocurrió 6 años después.

La Primera Junta estaba integrada por:
PresidenteCornelio Saavedra SecretariosMariano MorenoJuan José Paso VocalesManuel Belgrano Juan José Castelli Domingo MatheuJuan LarreaMiguel de AzcuénagaManuel Alberti
Fuente: Educar.com
Escribe: Guillermo Reyna Allan

lunes, 12 de mayo de 2008

Aquel sueño llamado Argentina (Parte I)


Iremos recorriendo, en "Gotitas de Historia", todo aquello que ocurrió en los albores de 1810 y que determinaron el nacimiento de "una nueva y gloriosa Nación".

El 25 de mayo de 1810, con la formación del Primer Gobierno propio, empezó a gestarse la Patria. Fue la continuidad lógica de un movimiento que había comenzado a tomar forma unos años antes, durante las Invasiones Inglesas, y que se coronó 6 años después con la declaración de la independencia. Para entender mejor qué pasó realmente aquel 25 de mayo de 1810, repasamos los acontecimientos más relevantes ocurridos antes, durante y después de la Revolución de Mayo.

España, Inglaterra y Napoleón
En la historia universal, es muy poco probable que los sucesos trascendentes ocurran repentinamente, por sí mismos. Más bien, suelen estar provocados por la coincidencia de numerosos hechos previos.La Revolución de Mayo no fue la excepción y no empezó el 25 de mayo de 1810, sino que comenzó a tomar forma algunos años antes.
Las Invasiones Inglesas al Río de la Plata (1806 y 1807), para no retroceder demasiado en el tiempo, ya habían dejado dos enseñanzas relevantes:
1) España era débil a la hora de proteger a sus colonias de cualquier invasión. 2) Los criollos (hijos de españoles, pero nacidos en América), que habían formado los primeros regimientos armados para detener al invasor, empezaron a tomar conciencia de su propio poder.

Acontecimientos del lado opuesto del mundo, aunque parezca raro, también influirían, y mucho, en nuestra historia.
Napoléon Bonaparte

En 1807, Napoleón Bonaparte (emperador de Francia entre 1804 y 1815) solicitó permiso al rey de España para atravesar su territorio, con el propósito de invadir Portugal, pero tras su triunfo en Portugal, las tropas francesas no se retiraron de España. El rey Carlos IV advirtió el engaño de Napoleón y renunció al trono de España, que asumió su hijo Fernando VII ("El Deseado"). Napoleón no reconoció como rey a Fernando VII y lo citó para una reunión en Bayona, ante lo cual Carlos IV reasumió el trono y asistió a Bayona. Allí cedió a la presión de Napoleón y abdicó la Corona de España. Finalmente, Napoleón nombró a su hermano, José Bonaparte, rey de España.

Antes de conocerse esta farsa (conocida como "la farsa de Bayona", por la cual España tuvo cuatro reyes en un mismo día), el pueblo español ya había intentado resistirse a las tropas francesas que ocupaban sus ciudades, formando Juntas Provinciales que gobernaban en nombre de Fernando VII, quien se encontraba prisionero por Napoleón.
La Guerra de la Independencia española frente a Napoleón se extendió por casi 6 años, pese a que en sus inicios los franceses fueron vencidos en la Batalla de Bailén (el 18 de julio de 1808), con destacada participación en las filas del ejército español del futuro libertador de América: José de San Martín. Se desarrolló entre 1808 y 1814, tras la invasión de las tropas francesas del territorio español. Finalmente, con la ayuda e Inglaterra, Napoleón fue derrotado.

Mientras tanto en Buenos Aires, Santiago de Liniers (de origen francés), líder de la reconquista de la ciudad durante las invasiones inglesas, había sido nombrado Virrey en reemplazo de Sobremonte. Pero cuando se supo que Napoleón gobernaba en España se le exigió que renunciara, por su nacionalidad. Liniers se negó y entonces el gobernador de Montevideo (Javier Elío) desconoció su autoridad y formó una Junta de Gobierno independiente, similar a las que había en España en representación de Fernando VII.
Las milicias criollas defendieron a Liniers de los numerosos alzamientos, pero aunque se mantuvo en el cargo quedó muy debilitado, y cuarenta días después fue reemplazado por Baltasar Hidalgo de Cisneros.
Baltasar Hidalgo de Cisneros

Otros hechos relevantes que alteraron el clima social:


- El comercio con España estaba prácticamente paralizado, por lo que aumentaba el contrabando y los pedidos de comerciar directamente con Inglaterra, lo cual estaba prohibido. Finalmente, en 1809 se dictó el Reglamento de Libre Comercio, que puso fin al monopolio comercial español.
- En 1809, en algunas ciudades del Alto Perú (actual Bolivia) el pueblo se había rebelado contra los abusos de las autoridades, formando también Juntas de Gobierno. Para evitar que ello estimulara nuevos alzamientos, Cisneros ordenó una sangrienta represión que sirviera de escarmiento, lo cual produjo enorme malestar entre los criollos del virreynato.
- El 14 de mayo de 1810 llegó al puerto de Buenos Aires la fragata inglesa Juan París trayendo mercaderías y una noticia fundamental: el 1° de febrero había caído la Junta de Sevilla, última porción de poder español en la península ibérica, frente a la ocupación francesa.


Fuente: Educared.com

Escribe: Guillermo Reyna Allan




jueves, 8 de mayo de 2008

La Vírgen de Luján







Desde el Brasil partió la imagencita de la Virgen de Luján, hoy venerada en la Basílica. Los acontecimientos se remontan al siglo XVII, cuando Antonio Farías Saa, un hacendado portugués afincado en Sumampa, le escribió a un amigo suyo de Brasil para que le enviara una imagen de la la Virgen en cuyo honor quería levantar una ermita.
En el año 1630 –probablemente en un día del mes de mayo– una caravana de carretas, salida de Buenos Aires rumbo al norte llevando dos imágenes, las que hoy conocemos como 'de Luján' y 'de Sumampa'. La primera representa a la Inmaculada y la segunda a la Madre de Dios con el niño en los brazos. Inmediatamente ambas imágenes emprendieron un largo viaje en carreta con la intención de llegar hasta Sumampa...
"Aquí me quedo", decidió la Virgen.




Original de la Vírgen de Luján




En aquel tiempo, las caravanas acamparon al atardecer. En formación cual pequeño fuerte, se preparaban para defenderse de las incursiones nocturnas de las bestias o los malones de los indios. Luego de una noche sin incidentes, partieron a la mañana temprano para cruzar el río Luján, pero la carreta que llevaba las imágenes no pudo ser movida del lugar, a pesar de haberle puesto otras fuertes yuntas de bueyes. Pensando que el exceso de peso era la causa del contratiempo, descargaron la carreta pero ni aún así la misma se movía. Preguntaron entonces al carretero sobre el contenido del cargamento. "Al fondo hay dos pequeñas imágenes de la Virgen", respondió.
Una intuición sobrenatural llevó entonces a los viajantes a descargar uno de los cajoncitos, pero la carreta quedó en su lugar. Subieron ese cajoncito y bajaron el otro, y los bueyes arrastraron sin dificultad la carreta. Cargaron nuevamente el segundo y nuevamente no había quien la moviera. Repetida la prueba, desapareció la dificultad. Abrieron entonces el cajón y encontraron la imagen de la Virgen Inmaculada que hoy se venera en Luján. Y en el territorio pampeano resonó una palabra que en siglos posteriores continuaría brotando de incontables corazones: ¡Milagro! ¡Milagro!




De común acuerdo, se decidió llevar el pequeño cajón a la vivienda más cercana, la de la familia de Don Rosendo de Oramas, donde la imagen fue colocada en lugar de honra.Enterados del prodigio, muchos vecinos acudieron a venerar la imagen y, al crecer la concurrencia, Don Rosendo le hizo construir una ermita donde la Reina de los Cielos permaneció hasta 1674.
Se la llamó 'La Virgen Estanciera' y la 'Patroncita Morena'.




El negro Manuel, un pequeño esclavo negro que trabajaba en esa estancia fue testigo de toda esa maravilla. Viendo sus patrones el intenso amor que demostraba a la Virgen, lo destinaron al exclusivo cuidado de la imagen, lo que hizo hasta su muerte. Se encargaba del orden en la ermita y de los vestidos de la Virgen, dirigiendo los rezos de los peregrinos. Al fallecer Don Rosendo, su estancia quedó abandonada, pero Manuel continuó, con santa constancia, el servicio que se había impuesto.


Muy preocupada con la soledad de la Virgen en esos parajes, la señora Ana de Matos, viuda del capitán español Marcos de Sequeira, propietaria de una estancia ubicada sobre la margen derecha del río Luján y muy bien defendida, no viendo ningún interés de las autoridades civiles y eclesiásticas, le solicitó al administrador de Don Rosendo la cesión de la imagen de la Virgen de Luján. Ella le aseguró el cuidado y la construcción de una capilla digna y cómoda, facilitando la estadía de los peregrinos. Juan de Oramas, el apoderado, aceptó la oferta y doña Ana de Matos le pagó por la cesión de la imagen.
Feliz de haber logrado su propósito, la instaló en su oratorio, pero a la mañana siguiente, cuando se dirigió ahí para rezar, descubrió con asombro y angustia que la Virgen no estaba en su altar.
Ello volvió a ocurrir varias veces hasta que, el obispo de Buenos Aires, fray Cristóbal de Mancha y Velazco, y el gobernador del Río de la Plata, don José Martínez de Salazxar, organizaron el traslado en forma oficial y con todos los honores que merecía Nuestra Señora, acompañada por doña Ana y el negro Manuel, quien esta vez acompañó a su querida Señora.
De este modo la Virgen permaneció en su nueva residencia. Con motivo de esta intervención de la autoridad eclesiástica y confirmado todo lo acontecido por el prudente prelado, se autorizó oficialmente el culto público de la 'Pura y Limpia Concepción del Río Luján'.


En 1677 la señora de Matos donó el terreno donde hoy se levanta la Basílica. En 1684 llegó a Luján el sacerdote Pedro de Montalvo. Sumamente enfermo, pidió a la Virgen su curación, por lo que una vez obtenida quedó como primer capellán, dedicándose por completo a su culto.
El P. Montalvo pertenecía a una noble familia y gozaba de vastas e influyentes relaciones. Con mucho entusiasmo se dedicó a la terminación de la capilla con la ayuda de sus relaciones y de las autoridades coloniales, quienes venciendo obstáculos de toda índole, tuvieron la inigualable satisfacción de inaugurar en 1685 el nuevo Santuario, al que se trasladó la imagen en solemne Procesión, el 8 de Diciembre. Así tuvo su primer palacio la Reina del Plata y su primer custodio oficial, Don Pedro de Montalvo.


Fuente: cruzadadelrosario.org.ar

Escribe: Guillermo Reyna Allan